Covid-19 y cárceles latinoamericanas: un ataúd para los presos
En América Latina más de un millón y medio de presos están sin visitas, hacinados, muchos sin agua y con poco jabón para asearse y algunos en cuarentena.
Santiago de Chile.- El mundo se ha sorprendido por las imágenes de cientos de pandilleros de El Salvador, amarrados semidesnudos unos con otros, a fin de mantener un mayor control de ellos.
Desde que empezó el confinamiento por Covid-19 , el gobierno ha visto cómo han aumentado los homicidios en las calles, aprovechando que la policía se centra en controlar la pandemia.
El gobierno de El Salvador indica que muchos de estos homicidios son ordenados por integrantes de pandillas desde las cárceles. Por esta razón se ordenó que todos los presos fueran sometidos a no ver la luz del sol.
Justo el día siguiente, comenzaron los homicidios.
— Nayib Bukele (@nayibbukele) April 28, 2020
Pero ¿de qué sirve sellar las celdas si eso no evitará que el sistema judicial los deje libres?
Pues para evitar que lleven información de otras celdas; ya que nos dimos cuenta de que se comunicaban así: pic.twitter.com/flFkFi1OfR
Cárceles latinoamericanas: un ataúd para los presos
Las cinco torres de la cárcel de Puente Alto, de cuatro pisos cada una, es una de las más pobres de Santiago de Chile y es la cárcel donde ocurrió el mayor brote de Covid-19 en latinoamericana: más de 300 infectados.
Fue imposible frenar el contagio. Tras las rejas, no hay manera de rastrear la huella del coronavirus. "Son todos contactos de todos", dijo la enfermera del presidio Ximena Graniffo.
En América Latina más de un millón y medio de presos están sin visitas, hacinados, muchos sin agua y con poco jabón para asearse y algunos en cuarentena en celdas de castigo ante el Covid-19. Hasta ahora las autoridades han reportado casi 1.400 contagiados entre convictos y guardias y en torno a una veintena de muertos en distintos países.
América Latina no ha llegado todavía al pico de la pandemia pero la tensión en los penales no para de crecer. Y los motines se multiplican.
"Esto es una bomba de tiempo", aseguró un preso del centro de México. "Tengo más miedo a que con tanta restricción haya un motín".
Con las visitas suspendidas en la mayoría de los países -la causa principal de las protestas- los reclusos dependen de las encomiendas que les manden del exterior y de lo que pueden comprar en el interior de las cárceles, en el mercado negro o en las tiendas oficiales, si es que las hay. Eso sí, mucho más caro.
Los contagiados más graves fueron enviados a un hospital cercano, otros a salas habilitadas para el aislamiento y la población de riesgo a lugares apartados.
Las autoridades afirmaron que repartieron guantes y mascarillas, pero los presos se quejaron de que son insuficientes. En los últimos días se aplicaron 300 pruebas, lo que sin duda elevará la cifra de contagiados.
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Algunos internos se subieron al techo de la cárcel y prendieron pequeñas fogatas mientras una pancarta escrita en una sábana resumía el temor que posiblemente comparten todos los reos latinoamericanos. "Nos negamos a morir en la cárcel".
Pero más allá de las carencias materiales y la notable insuficiencia de personal sanitario, en muchas cárceles latinoamericanas falta lo más esencial: agua.
En Venezuela, que tiene 110.000 presos, el líquido es un lujo. En las prisiones de 10 de las 16 regiones de Chile escasea, especialmente en las cárceles levantadas en el desértico norte, según un reciente informe de la fiscal judicial de la Corte Suprema, Lya Cabello. Y en algunos lugares de México llega en cubetas.
En la puerta principal de Puente Alto, donde el médico está de licencia y sólo tres paramédicos atienden a más de un millar de presos, ver a los guardias entrar por un "túnel sanitario" puede dar la sensación de que la situación está controlada. Pero "se hace lo que se puede con lo que tenemos", es decir, con muy poco, dijo Graniffo.
Un sentimiento de abandono que también manifestó el preso mexicano. "Al gobierno le da igual que los presos mueran, es beneficio para ellos".