¿Porqué El Vaticano no permite conservar en casa cenizas de difuntos?

La nueva medida suscitó discusiones en diversos países donde la práctica de la cremación se encuentra muy extendida.

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Con la prohibición de conservar en casa las cenizas de los difuntos, la Iglesia Católica ha creado una polémica mundial. El Papa Francisco autorizó la medida en marzo pasado. (AP)
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Agencias
CIUDAD DEL VATICO.- El documento del Vaticano que prohíbe la conservación de cenizas de los muertos en las casas, su dispersión en la naturaleza o transformarlas en joyas abrió un encendido debate, tanto dentro como fuera de la Iglesia. 

En “Ad resurgendum cun Christo” (Para resucitar con Cristo), por primera vez el Vaticano emitió una serie de indicaciones precisas y claras sobre cómo deben comportarse los fieles en cuanto a la sepultura o la cremación de los propios seres queridos.

Autorizado por el Papa Francisco en marzo pasado y firmado el 15 de agosto por el cardenal Gerhard Müller, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el texto fue difundido públicamente apenas el martes pasado.

Pese a su brevedad, poco más de dos páginas, la instrucción captó el interés internacional y suscitó polémicas en diversos países, donde la práctica de la cremación se encuentra muy extendida, señala Notimex.  

El propio Müller reconoció que en el futuro próximo en muchos sitios el reducir los cadáveres en cenizas será lo ordinario, mientras es cada vez más común la costumbre de conservar los restos en ambientes domésticos o en forma de “recuerdos conmemorativos”.

Reveló que el avance de esta praxis generó que obispos de diversas naciones pidiesen orientaciones más precisas sobre el tema a la congregación vaticana que él conduce, responsable de emanar criterios y proteger la fe en el mundo.

La legislación eclesiástica en la materia, hasta ahora vigente, no ofrecía respuestas claras.

En años pasados salió al mercado el servicio de retratos hechos con las cenizas del difunto. (EFE)

El Código de Derecho Canónico, la ley fundamental de la Iglesia que data de 1983 en su última versión, sólo se limita a recomendar “vivamente” que los feligreses conserven la “costumbre pía” de sepultar a los difuntos, pero no prohíbe las cremaciones (canon 1176.3).

“Se debe reconocer que, no obstante esta normativa, la práctica de la cremación se difundió notablemente también en el ámbito de la Iglesia”, constató Müller.

El cardenal subrayó que para los católicos la inhumación es la forma “más idónea” para expresar “la fe y la esperanza en la resurrección”, además de manifestar adecuadamente la piedad y el respeto debido a los cuerpos de los difuntos.

Además explicó que la Iglesia se separa de actitudes o ritos que ven a la muerte como la anulación definitiva de la persona, una etapa en el proceso de reencarnación o como la fusión del alma con el universo.

De ahí procede, añadió, la prohibición a dispersar las cenizas en el aire, en la tierra, en el agua o en otro modo. Tampoco se permite convertir los restos en “piezas de joyería”.

Cenizas de lujo

Con este veto, el Vaticano pretende cortar drásticamente con una alternativa que se puso de moda en los últimos años, primero en Europa y después en América: la “diamantización”, un proceso técnico por el cual las cenizas son convertidas en joyas.

El servicio fue creado en 2004 por la empresa suiza Algordanza y también se encuentra disponible en México. Gracias a un sofisticado sistema el carbono presente en las cenizas es extraído y cristalizado.

Aunque las tarifas son elevadas (entre 60 y 80 mil pesos en México o desde cuatro mil euros en Europa), la compañía ya opera en 29 países y sus ejecutivos hablan de un mercado “en franco crecimiento”.

 

“La resurrección cristiana no es ni una reencarnación del alma en un cuerpo diferente, ni una recreación. La Iglesia nunca dejó de afirmar que es el propio cuerpo en el cual vivimos y morimos es el que resucitará en el último día”, indicó Serge-Thomas Bonino, secretario de la Comisión Teológica Internacional.

Afirmó que si bien la cremación no impide que Dios reconstruya en el cielo el cuerpo de la persona a partir de su alma inmortal, ese proceso destruye el cadáver de “modo brutal”, mientras la sepultura permite el paso sereno del estado corporal al espiritual.

Para Angel Rodríguez Luño, consultor de la Congregación para la Doctrina de la Fe, la decisión de dispersar las cenizas procede, a menudo, de la idea que con la muerte el hombre entero es destruido, llegando a una fusión con la naturaleza, como si ese fuese su destino final, algo totalmente distinto de lo sostenido por la Iglesia.

El Vaticano no precisó si estas reglas son de aplicación retroactiva, es decir, qué deben hacer quienes tienen urnas funerarias en casa. 

“(Esta opción) puede proceder también de una mera superficialidad, del deseo de ocultar o de privatizar lo que se refiere a la muerte, o incluso el difundirse de modas de gusto discutible”, abundó.

Sin mencionarlas, se refirió a ciertas corrientes orientales en voga que proponen arrojar las propias cenizas al mar, a los ríos, desiertos o valles como forma de unirse eternamente con la naturaleza.

Pero en ciertos casos la dispersión depende de motivos más terrenales, como la tradición muy usada en Argentina de regar con el polvo del cadáver el campo de juego del equipo del cual el muerto era aficionado.

Rodríguez Luño aclaró que la Iglesia desea evitar “panteísmos” y “nihilismos”, por eso prohíbe la dispersión. En el caso de los cuerpos tenidos en el hogar, el veto intenta prevenir faltas de respeto, olvidos e, incluso, “elaboraciones del luto poco sanas”.

“Se debe observar que los fieles difuntos son parte de la Iglesia y que lo mejor es que sus restos sean custodiados en lugares bendecidos para tal objetivo, sin ser sustraídos al recuerdo y a la oración de los otros parientes y de la comunidad”, puntualizó.

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