El zika rebasó al sistema de salud de Brasil

La falta del insecticida para las larvas es solo parte de una de ellas, además de que los hospitales públicos están a la espera de recursos para combatir el virus.

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Soldados inspeccionan una vivienda construida en la roca durante una operación contra el mosquito Aedes aegypti, que transmite el virus del zika, en Monteiro, Brasil. (Agencias)
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Agencias
CAMPINA GRANDE, Brasil.- En mayo, cuando los primeros casos del virus del zika empezaban a aparecer en Brasil, Rossandra Oliveira dejó de recibir una herramienta clave para hacer bien su trabajo: insecticida.

Los envíos mensuales realizados por el gobierno federal desde la capital del país, Brasilia, a su oficina, en el epicentro del brote del virus, se detuvieron. A Oliveira, que gestiona el programa de control de mosquitos en Campina Grande, ciudad de 400 mil habitantes, la dejaron indefensa.

La escasez continuó incluso después de que la presidenta Dilma Rousseff declarara el 11 de noviembre una emergencia sanitaria nacional por el zika, un virus transmitido por los mosquitos.

El de Campina Grande no fue un caso aislado. Durante tres meses de 2015, el Ministerio de Salud se quedó sin insecticida para atacar las larvas y se suspendieron los envíos del producto a todo Brasil entre agosto y octubre, de acuerdo con documentos obtenidos por The Associated Press de fiscales que investigan las razones de la escasez.

La falta del insecticida para las larvas es solo parte de una serie de deficiencias del sistema de salud pública del país que fue paralizando la capacidad de Brasil para manejar el brote del zika y el aumento de casos de bebés que nacían con extraños defectos congénitos que se sospecha pueden estar vinculados a esa enfermedad. Un recorrido realizado por la AP en varias ciudades y pueblos, que estaban en el epicentro de la epidemia al noreste de Brasil, descubrió que los hospitales públicos estaban a la espera de los recursos necesarios para combatir el virus mientras que los funcionarios de salud luchaban por su cuenta en un intento por compensar las carencias.

"En 19 años de trabajo en control ambiental nunca había visto tanta desorganización como la que estoy viendo ahora", dijo Oliveira, cuyo equipo de 169 inspectores de salud, en Campina Grande, tuvo que llevar a cabo inspecciones de puerta a puerta sin el insecticida durante la época de la escasez. "Estamos pagando las consecuencias por haber subestimado al enemigo".

El culpable más inmediato es la recesión más profunda que haya vivido el Brasil desde la década de 1930, que obligó a la economía más grande de América Latina a apretarse el cinturón. Pero expertos consultados dicen que el fracaso colectivo para hacer frente a flagelos de larga data como la corrupción, la desigualdad y la crónica escasez de recursos para el sistema de salud pública también es responsable.

El ministro de Salud, Marcelo Castro, negó que la escasez de insecticidas fuera grave. Dijo que la falta de suministros ocurrida en 2015 eran casos aislados, de corta duración y que coincidió con un período climático más frío que redujo la reproducción de los mosquitos. Dijo que el envío de los insecticidas se ha normalizado desde que él asumió el cargo de ministro en octubre.

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"Hemos hecho un gran esfuerzo para asegurar que no haya carencia de insecticida para larvas en ningún lugar de Brasil", dijo en una entrevista en su oficina en Brasilia desde donde se ve el moderno palacio presidencial.

Pero documentos obtenidos por la AP y entrevistas con funcionarios de salud locales indican que la escasez del insecticida se prolongó durante varios meses y afectó a todo el país, en momento en que muchas mujeres estaban embarazadas y no sabían, en ese momento, los males que podría transmitir el virus del zika al bebé que llevaban en su cuerpo. La escasez se produjo pese a que la Organización Mundial de la Salud decretó una alerta mundial e instó a las naciones a fortalecer los controles para atacar a los mosquitos.

En un documento técnico enviado en septiembre a 185 municipios del estado de Pernambuco, el principal funcionario de control de la enfermedad del estado incluso habla de sustitutos para el insecticida, como el uso de cloro en las casas para matar las larvas o de peces pequeños que se las comieran.

El ministro Castro dijo que la manera más eficaz para luchar contra el mosquito no eran los productos químicos sino la eliminación de lugares donde se reproducen los mosquitos en las casas de las personas. La idea fue reforzada por la decisión de Rousseff de enviar a los militares a llevar a cabo inspecciones de casa en casa.

Aunque la eficacia de los insecticidas para larvas así como cualquier estrategia para erradicar los mosquitos es objeto de debate de expertos, las autoridades brasileñas creen que la eliminación de los lugares de proliferación del mosquito es una de sus herramientas más importantes, especialmente si se eliminan los acueductos improvisados, muy populares al noreste de Brasil debido a la falta de agua corriente que sea fiable.

La suspensión del plaguicida, aunque fuera temporal, es un síntoma de un arraigado y profundo abandono del gobierno en una batalla que tiene que no da tregua y se tiene que librar todos los días, dijo el doctor Artur Timerman, virólogo y presidente de la Sociedad de Dengue y Arbovirus de Brasil.

"En una guerra como la que libra Brasil, cualquier vacío tiene consecuencias serias, directas", dijo Timerman.

Aunque los científicos brasileños han ganado reconocimiento internacional por identificar rápidamente el posible vínculo entre el zika y la microcefalia, al momento las autoridades no han sido capaces de poner estos descubrimientos al servicio de la salud pública.

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En lugar de centrarse en las décadas de fracasos del gobierno, Rousseff ha hecho hincapié en la responsabilidad de cada brasileño en la propagación o contención del virus. Cuando dio inicio a una campaña de limpieza en todo el país, la camiseta que llevaba tenía estampado un lema: "un mosquito no es más fuerte que todo un país".

"Todo mi gobierno está comprometido en manejar esta emergencia", dijo a los congresistas el mes pasado cuando pronunció su discurso anual. "No habrá escasez de recursos para que así podamos revertir esta epidemia del zika de la manera más rápida y más adecuada posible".

Pero los recursos son escasos.

La zona cero de la epidemia la integran los estados de Pernambuco y Paraíba, en el empobrecido noreste brasilero. Desde que el zika se detectó por primera vez, los dos estados han reportado más del 40 por ciento de los seis mil 480 casos notificados de bebés que han nacido con las cabezas reducidas, una rara enfermedad conocida como microcefalia. Aunque solo 863 de esos casos han sido confirmados y  mil 349 fueron descartados como diagnósticos equivocados, esas cifras son muy superiores a los 200 casos reportados en el pasado en Brasil, lo que ha llevado a los investigadores a indagar los posibles vínculos entre la propagación del virus y los defectos de nacimiento.

En Monteiro, un polvoriento pueblo del reseco noreste brasileño, el alcalde declaró una emergencia de salud justo antes de la Navidad, cuando la cantidad de personas que ingresaron a la sala de emergencia del hospital se triplicó a cinco mil 178 pacientes, casi la quinta parte de la población total del lugar. En un turno de 24 horas que fue especialmente frenético, el hospital se gastó la provisión mensual de analgésicos, mientras que muchos pacientes con zika y otras enfermedades transmitidas por mosquitos recibían atención médica en los abarrotados pasillos del hospital.

"Fue un Año Nuevo muy triste. No hubo fiestas, ni fuegos artificiales. Cada familia tenía al menos una persona enferma ", recuerda Ana Paula Barbosa, directora del hospital que estaba embarazada y que trabajó sin parar hasta que cayó enferma temiendo que fuera el zika.

"Estaba trabajando tan duro que pensé que el mosquito no me alcanzaría", dijo Barbosa medio en broma para aligerar la carga de tener que esperar meses para averiguar si su prueba de sangre dio positivo para zika.

La clínica se vio obligada a hacerse cargo del tumulto de pacientes en medio de un colapso de recursos. Durante 15 meses, luego que el gobernador estatal inaugurara la clínica, el funcionario dejó de enviar los cheques que mantenían en operaciones las instalaciones y un servicio regional de ambulancias.

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El pueblo presentó una demanda el año pasado y un juez ordenó al gobierno del estado reanudar los pagos, que representan cerca de un tercio de los fondos del hospital. Pero más de un millón de dólares en pagos atrasados siguen sin ser transferidos.

El secretario de salud de Paraiba dijo que ayudó a las autoridades locales durante la emergencia sanitaria con dos visitas al poblado. Pero no ofreció más detalles pese a repetidas solicitudes por correo electrónico y vía telefónica de la AP.

La corrupción también jugó un papel. En Paraiba, los fiscales abrieron 96 investigaciones de funcionarios locales que se sospecha malversaron fondos federales para la construcción de clínicas, la compra de medicamentos y el mantenimiento de las instalaciones de salud estatales. El ministro Castro dijo no estar enterado de investigación alguna. Pero un largo historial de políticas públicas retrógradas y una marcada pobreza convierten a la región en terreno fértil para el abuso.

"Paraiba es el campeón nacional en mortalidad infantil", dijo Jose Godoy, el fiscal federal que encabeza las investigaciones sobre los presuntos abusos. "Si el cuidado maternal básico es difícil, solo imaginen cómo vamos a poder trabajar con bebés que nacieron con microcefalia".

El hospital Pedro I, operado por el estado en Campina Grande, es otro caso de negligencia gubernamental. Ahí, 29 bebés con microcefalia reciben estimulación intelectual y física temprana que puede ayudar enormemente a su desarrollo en el largo plazo. La petición del alcalde al Ministerio de Salud por 1.5 millones de dólares para la compra de un escáner de resonancia magnética hasta ahora ha sido ignorada.

Mucho antes del brote del virus del zika, el sistema de salud pública de Brasil estaba a punto del colapso, resultado de años de malos manejos, fondos insuficientes y, más recientemente, la crisis económica después de una década de bonanza y compras a granel impulsadas por la exportación de materia prima a China. En Río de Janeiro, más de 20 hospitales y clínicas tuvieron que cerrar por varios días durante la Navidad cuando el gobierno se atrasó con los salarios y se agotaron los suministros básicos como guantes quirúrgicos y algodón.

La situación ahora empeora. Como parte de un recorte presupuestal general en febrero, el Ministerio de Salud ha reducido gastos por 650 millones de dólares, o casi tres por ciento del gasto planeado.

En Recife, una ciudad de 1.6 millones de personas, se reportó el nacimiento de más de 300 bebés con microcefalia, la mayor cantidad del país. Ahí también varios proveedores de salud dijeron a la AP que se encuentran cortos económicamente. La Fundación Altino Ventura, por ejemplo, opera una clínica de rehabilitación de vanguardia construida con una donación de parte del gobierno alemán y que atiende a 135 bebés con microcefalia.

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La clínica sin ánimo de lucro, que durante 30 años ha atendido a pacientes sin recursos, señaló que el gobierno de Pernambuco empezó a retrasarse con los pagos en mayo del año pasado, y hasta febrero le debía más de tres millones de dólares. Parte del dinero de proyectos federales fue transferido a las arcas estatales pero nunca llegaron a su destino, de acuerdo con registros de rastreo de gasto público proporcionados por la fundación.

Luego que la AP preguntó al secretario de Salud de Pernambuco sobre la deuda, las autoridades empezaron a realizar pagos pendientes.

Entre tanto, unos pilares de concreto a medio construir dan muestra de un proyecto de construcción abandonado en la clínica, cuyos trabajadores estacionan sus vehículos entre la hierba alta. La fundación ha recortado a la mitad del número normal de cirugías oculares que realizaba cada mes, ha reducido los pagos a sus propios proveedores y por primera vez busca préstamos de bancos a fin de evitar recortes más drásticos.

"Brasil se encuentra en medio de una crisis financiera y moral", dijo Bernardo Cavalcanti, hijo del fundador de la fundación y miembro de su junta directiva. "Lo peor es que la luz al final del tuve la luz no ha aparecido. Las cosas siguen siendo desalentadoras y no tenemos idea de qué va a suceder".

El secretario de Salud de Recife, Jailson Correia, comparte la misma sensación de frustración. Como pediatra con un doctorado en enfermedades infecciosas, Correia rápidamente montó una "sala de crisis" contigua a su oficina en ruinas cuando surgieron los primeros casos de microcefalia. Usó tachuelas de colores para marcar la propagación de la enfermedad vecindario por vecindario.

El 24 de noviembre solicitó 7.5 millones de dólares como fondo de emergencia en una reunión con Castro a fin de intensificar los esfuerzos para controlar al mosquito y ofrecer atención casi ininterrumpidamente a los bebés afectados. Pese a que su petición fue escuchada, solo llegaron 300 mil dólares.

El insulto fue doble, dijo, cuando Rousseff visitó el estado pocas semanas después para cortar el listón de una nueva autopista. Hasta que no les sea entregado más dinero, él espera que la presidenta no regrese.

"Es sorprendente cómo un mosquito de un centímetro está desenmascarando tantos de nuestros problemas", dijo Correia. "No digo que nos alegramos de una crisis de tal magnitud, pero quizá finalmente nos haga reflexionar sobre el tipo de sociedad en la que deseamos vivir".

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