'Quien done o reciba un órgano no podrá vivir en paz'

En el altiplano boliviano se cree que si alguien es enterrado 'incompleto', su alma vagará sin descanso.

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En Bolivia no existe un registro oficial de personas que estén dispuestas a donar un órgano. (AP)
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Agencias
LA PAZ, Bolivia.- Durante siete años, María Ramos luchó contra episodios de depresión mientras se sometía a tratamientos de diálisis tres veces por semana para mantenerse con vida, cuando su deseo de convertirse en maestra de escuela parecía inalcanzable.

Ahora tiene esperanza. En diciembre, Ramos, de 27 años, obtuvo finalmente el riñón que necesitaba gracias a un ambicioso nuevo programa del gobierno de Bolivia que facilita trasplantes sin costo a los ciudadanos más pobres.

El plan ha triplicado el número de trasplantes desde 2009, hasta alcanzar la cifra record de 182 en 2104, y el acceso a las máquinas de diálisis en hospitales públicos se ha quintuplicado desde que el presidente Evo Morales llegó al poder hace una década. Antes, los bolivianos pobres que sufrían fallos en órganos vitales solían enfrentar la muerte.

Pero al programa le quedan todavía muchos obstáculos que superar, comenzando por una arraigada resistencia cultural en esta nación de mayoría indígena.

"No hay costumbre de donar órganos, ni en vida ni cuando alguien muere", dijo Silvia Paz, directora del programa de Salud Renal que fue lanzado el año pasado.

Muchos bolivianos del altiplano creen que si alguien es enterrado sin un órgano, su alma vagará sin descanso y no hallará paz. También complica la atención sanitaria - impidiendo el diagnóstico precoz de numerosas enfermedades - la práctica común entre los más pobres de recurrir a curanderos en lugar de médicos.

Antes de que un amigo le encontrase al médico que la diagnosticó, la madre de María Ramos la llevó a un curandero que le dio tés de hierbas que la hacían vomitar.

"Llegué a pensar que el diablo se había metido en mi cuerpo", dijo.

Nuevas esperanzas

Al final, Ramos, como casi todos los beneficiarios de donaciones de órganos en Bolivia, recibió su riñón de un pariente: su madre.

"Mucha gente dice que el cuerpo debe ser enterrado completo, pero yo tenía que dar mi riñón para salvar a mi hija", dijo Carmen, de 54 años, que gana el salarió mínimo de 213 dólares mensuales como jardinera y cuyo esposo, mayor que ella, apenas trabaja.

Ramos dice que ahora puede aspirar a la carrera docente como siempre había deseado.

Aunque el programa está ofreciendo nuevas esperanzas ignoradas durante mucho tiempo, sigue siendo incipiente y cuenta con abundantes retos en contra.

Según una ley de 2011, los órganos pueden ser retirados de los recién muertos para un trasplante con consentimiento de la familia, pero el año pasado se realizaron sólo cuatro trasplantes de riñón en estas circunstancias, dijo Juan Carlos Calvimontes, un ex ministro de Salud.

Una creencia común entre los aymaras y quechuas que pueblan el altiplano boliviano, según el antropólogo Milton Eyzaguirre, es que ni el donante de órganos ni el beneficiario van a vivir en paz porque "el alma reside en cada parte del cuerpo".

"La visión andina del universo sostiene que los seres humanos llegan completos a este mundo y así debemos partir", dijo el curandero tradicional Mariano Quispe.

Estas creencias podrían impedir los esfuerzos para hacer frente a un creciente problema de salud, aunque Quispe dice que la gente suele compensarlo haciendo ofrendas a Pachamama, la diosa de la tierra, antes de entrar al quirófano.

No hay sistema

En 2012 se registró un récord de 114,690 trasplantes de órganos en todo el mundo, y casi siete de cada 10 eran de los riñones. El 16%, o 17,923, se produjeron en América Latina, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), que espera que aumente la necesidad de órganos de reemplazo.

Sólo en Bolivia, la insuficiencia renal crónica subió hasta un 60% en los últimos nueve años, debido en gran parte a cambios en el estilo de vida y la dieta, según el Ministerio de Sanidad.

No existe un programa de donación de órganos respaldado por el gobierno, aunque este año está previsto impulsar esta práctica mediante una campaña de relaciones públicas. No hay un sistema, como en otros países, para indicar en la licencia de conducir o en el documento nacional de identidad que su poseedor desea donar un órgano a su muerte.

Los donantes deben registrarse en el Ministerio de Sanidad. En la ciudad oriental de Santa Cruz existe un sistema de registro computarizado y la idea es extender ese modelo a nivel nacional.

Ochenta bolivianos están en lista de espera para obtener un riñón. Sin más donantes de órganos fallecidos, sus posibilidades son escasas.

Entre ellos se encuentra Xenobia Tarqui, una niñera de 22 años e hija única que perdió a sus padres hace seis años en un accidente de tránsito.

Aunque ya lo necesitaba antes, comenzó un tratamiento de diálisis hace tres años cuando cumplió la mayoría de edad y ahora pasa varias horas a la semana conectada en un hospital público.

Tarqui trata de mantener una actitud positiva.

"Por lo menos ahora tengo la esperanza de conseguir un donante."

(Información de The Associated Press)

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