Mujer indígena, nueva diputada del pueblo más antiguo de América

Inés López Quispe cuenta que se hizo conocida en su pueblo cuando buscó justicia por la muerte de su hermano y logró justicia.

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Inés López Quispe, madre de cinco hijos, llegó al parlamento con la ilusión de lograr apoyo para que su cultura 'sea valorada en el país y en el exterior', y que se construyan escuelas y centros de salud. (paginasiete.bo)
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Agencias
LA PAZ, Bolivia.-  El pueblo Uru Chipaya, cuyos orígenes se remontan a dos mil 500 años antes de Cristo y es hoy el último bastión de la cultura más antigua de América, tendrá por fin una voz en el Parlamento de Bolivia que iniciará su nueva gestión en enero.

Inés López Quispe, de 44 años, es una de siete representantes que tienen los 36 pueblos originarios en la Cámara de Diputados, cuyos 130 miembros fueron elegidos el 12 de octubre.

López Quispe pertenece al pueblo Uru Chipaya, de unos cuatro mil habitantes que viven hoy a orillas del río Lauca, que nace en el salar de Coipasa, a 350 kilómetros al sudeste de La Paz, en pleno altiplano andino y vecino a la frontera con Chile.

El nombre chipaya proviene de la voz aymara Ch'ipa, que quiere decir paja enmarañada. Los habitantes de Chipaya descienden de los pobladores más antiguos del altiplano andino y forman parte de la nación originaria Uru.

Ellos preservan su cultura, su lengua (el Puquina), su vestimenta, su arquitectura, sus usos y costumbres desde mucho antes de la llegada de los aymaras, cuyos embates resistieron, igual que los intentos españoles de colonizarlos.

Sus casas, denominadas "putucus", diseñadas para resistir los fuertes vientos, las lluvias y el frío de los cuatro mil metros de altitud, tienen forma cónica y se construyen con tepes sobre una planta circular de tierra apisonada.

En su vestimenta, de tejidos de lana de llama, predominan los colores del medio ambiente, marrón, blanco y celeste, y protegen la cabeza con una suerte de capuchón que, en las mujeres, cubre decenas de trencillas que ordenan una larga cabellera.

López Quispe, madre de cinco hijos, llegó al parlamento con la ilusión de lograr apoyo para que su cultura "sea valorada en el país y en el exterior" y que se construyan escuelas y centros de salud, porque tienen "muchas necesidades, desde siempre".

Las necesidades más apremiantes tienen que ver con su propia subsistencia.

"El rio (Lauca) se está secando. La sequía ha dejado los cultivos en polvo y la ganadería (auquénidos) está en piel y huesos", según el testimonio de uno de sus paisanos.

López Quispe es dirigente del "ayllu" Aranzaya, la comunidad en que nació, desde sus 20 años, y fue "jilacata" (jefe) y autoridad del agua hasta el 2007, cuando asesinaron a su hermano.

"Entonces asesinaron a mi hermano. Yo busqué justicia por todos lados. Quería saber si había justicia. Después de caminar dos años y tres meses he logrado una sentencia. Con eso he ganado experiencia y por eso la gente me conoce", dijo en diálogo con ANSA.

Ella fue inicialmente designada candidata a diputada por el gobernante Movimiento al Socialismo.

"Yo tenía toda la voluntad y fuerza para ir con toda mi gente. Pero cambiaron mi nombre y por eso decidimos presentarnos con Unidad Democrática", sostuvo.

La dirigente le ganó en las elecciones de octubre al candidato del MAS con el que la sustituyeron en las listas oficialistas y es hoy la única opositora de entre los representantes de las siete comunidades originarias representadas en el Parlamento.

Las 36 naciones indígenas que perviven en el territorio boliviano están distribuidas en circunscripciones especiales y tienen siete escaños en el parlamento.

El MAS ganó seis de ellos y la oposición, con López Quispe, una. "Soy de Unidad Demócrata y no quiero que me discriminen", pide la dirigente, que como la mayoría de su pueblo habla castellano y aymara, que están provocando la lenta desaparición de su lengua originaria, el uchumataky o puquina

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