Hillary o Trump... la moneda está en el aire

Hoy, el país norteamericano elegirá entre su primera mujer en la presidencia o un magnate que 'hizo polvo' la política 'correcta'.

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Después de una de las más convulsas campañas presidenciales en su historia, este martes Estados Unidos decidirá entre Donald Trump o Hillary Clinton. La moneda está en el aire. (Associated Press)
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Agencias
WASHINGTON D.C..-Estados Unidos entrará este martes en la dimensión desconocida, o vivirá sin ilusión un hito en su historia: situar por primera vez a una mujer al mando del país. Un hombre sin experiencia política —errático y xenófobo y con un olfato formidable para captar el ánimo de la clase trabajadora blanca— puede ganar este martes las elecciones presidenciales de Estados Unidos. Con el republicano Donald Trump el viraje sería abrupto: un salto a la incertidumbre. La alternativa es la esposa de un expresidente, una veterana de la política que ofrece continuidad. La demócrata Hillary Clinton confía en el apoyo masivo de la minoría latina para convertirse en la primera presidenta.

Clinton, de 69 años, y Trump, de 70, son baby-boomers, miembros de la generación de la explosión demográfica de la posguerra. Sus coetáneos se están jubilando. Quien gane sucederá, cosa extraña en un mundo y un país que venera lo juvenil, a alguien más joven que él. Ambos son abuelos y se identifican como neoyorquinos. Aquí acaban las semejanzas.

Pocas veces en las últimas décadas se habían presentado dos candidatos tan antagónicos, con un talante, una trayectoria y una visión tan distintas. Otras elecciones ponían en contraste ideologías, pero nadie dudaba de que, ganase quien ganase, el rumbo de la primera potencia mundial no sufriría un cambio brusco. Había un hilo de continuidad.

No ocurre hoy. Trump es un magnate inmobiliario y una estrella de la telerrealidad que exhibe, como programa electoral, sus presuntos éxitos en los negocios y en la vida en general. En un año y medio ha destruido todos los precedentes de la política estadounidense. Rompiendo límite tras límite de la decencia pública o, como él llama, lo políticamente correcto, ha reescrito el manual de las campañas presidenciales. Nunca se había visto a un candidato amenazar al otro con llevarle a la cárcel, o a miles de personas coreando consignas en un mitin de un candidato de un gran partido contra una nación vecina, y socio leal, como México.

Se han escuchado palabras gruesas, estos meses, palabras que nunca se habían oído en horario de máxima audiencia. Aunque pierda, llegar a las puertas de la Casa Blanca, tras derrotar en el proceso de primarias a los líderes mejor preparados y financiados del Partido Republicano, es un éxito. Con o sin Trump, el trumpismo —la base de votantes airados porque se sienten víctimas de un sistema amañado en su contra, las damnificadas clases medias blancas que un día fueron demócratas porque este era el partido que defendía al ‘little guy’, el hombre de la calle— probablemente permanecerá.

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El mensaje contra el establishment —contra las élites políticas, económicas y periodísticas— puede funcionar contra Clinton. Ex primera dama, exsenadora, ex secretaria de Estado, Clinton es sinónimo de establishment. Representa una prolongación de la presidencia de Barack Obama. Si los estadounidenses votan pensando en la alternativa entre continuidad o cambio, el republicano tiene números para ganar. Su victoria sería un puñetazo en las narices del sistema, la victoria de un novato de la política contra todo y todos, desde los jefes de su propio partido a Wall Street y a las cancillerías europeas. Si la alternativa no es entre continuidad y cambio sino continuidad y caos, entonces Trump lo tiene más complicado.

Trump ha prometido expulsar a millones de inmigrantes indocumentados y obligar a México a sufragar la construcción de un muro en la frontera. Se declara admirador del presidente ruso Vladímir Putin, y quiere redefinir la alianza de Estados Unidos con la OTAN y los tratados de libre comercio. Celebra el uso de la tortura contra terroristas y reparte insultos a latinos, mujeres, musulmanes y excombatientes. Amenaza con impugnar el resultado si pierde. En esencia propone una redefinición de elementos centrales del contrato social de este país. En frente tiene a una progresista pragmática, una reformista que conoce mejor que nadie las palancas del poder, una mujer que desarrollaría las políticas de Obama, desde la reforma sanitaria a la regularización de los sin papeles. El problema es que, si gana, los republicanos del Congreso pueden impedir gobernar con un bloqueo legislativo permamente, como han intentado hacer con Obama.

Hay dos escuelas a la hora de imaginar qué ocurriría en caso de una victoria de Trump. Algunos creen que, por muy extremista que sea Trump en campaña, el sistema de contrapoderes funcionará y limitará su capacidad de acción. La otra posibilidad es que, con su personalidad arrolladora e impulsiva, conduzca a Estados Unidos hacia una deriva autoritaria. Las elecciones decidirán si, después de tener al primer presidente negro, los estadounidenses ponen en la Casa Blanca a la primera mujer, una política experimentada que cuenta con el apoyo de las clases con más nivel de estudios y con las minorías raciales. O si eligen a alguien que llevará un mensaje identitario y populista a la sala de control del país más poderoso y reordenará el mapa geopolítico global. El mundo contiene la respiración.

Cierre de campaña

  • Durante su cierre de campaña en este lunes, Clinton, respaldada por una emotiva exhortación del presidente Barack Obama, exhortó a los electores a adherirse a un "Estados Unidos esperanzado, inclusivo, de gran corazón", mientras que Trump se comprometió a "derrotar al sistema corrupto"

Clinton cerró su campaña junto a los últimos dos demócratas en ocupar la Oficina Oval, Obama y su esposo, el expresidente Bill Clinton, así como la primera dama Michelle Obama. En un reconocimiento a las profundas divisiones que aguardan al próximo mandatario, Clinton dijo que llegó a "lamentar profundamente lo iracundo que se tornó el tono de la campaña". Indicó que la elección que harán los votantes el martes es una "prueba de nuestra época".

Por su parte Trump, que se desplazó apresuradamente por cinco mítines este lunes, recordó los rivales a los que venció y lo lejos que ha llegado tras lanzar su candidatura, considerada por muchos como algo improbable. Mientras observaba a la multitud reunida en Scranton, Pennsylvania, declaró: "Ha sido un largo recorrido".

Y se mantuvo agresivo hasta el final, criticando a Clinton como el "rostro del fracaso". Tras hacer de la nueva revisión del FBI una pieza central de sus últimos argumentos ante los electores, alegó que la demócrata está siendo protegida por un "sistema totalmente amañado".

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(Con información de El País y Associated Press)

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