Extranjeros se unen a la guerra en Ucrania
Ya sea con los nacionalistas ucranianos o con los separatistas prorrusos, centenares de voluntarios participan un conflicto que no les corresponde.
Agencias
DONESTSK, Ucrania.- Hay varios centenares de voluntarios extranjeros que han decidido viajar a la región del Donbass y participar en una guerra que, al menos en apariencia, tiene poco que ver con ellos. Los hay a ambos lados de la trinchera, tanto con los nacionalistas ucranianos como con los separatistas prorrusos.
Los llamados ´foreign fighters´ (combatientes extranjeros), de los que tanto se ha escuchado hablar en relación con el Estado Islámico y con las formaciones militares kurdas en Iraq y Siria, tienen también fuerte presencia en el este de Ucrania, y llevan a cabo misiones muy variadas, desde vigilar la trinchera hasta trabajar en la oficina de prensa de su batallón.
En la plaza Lenin, en pleno centro de Donetsk, el sol bate con fuerza contra la estructura de acero del edificio del gobierno.
Un poco más allá, al otro lado de la calle, en este enorme espacio construido según las líneas del realismo socialista, hay, junto a una estatua gigante del político y revolucionario ruso, una columna de mármol que tiene grabada una frase: “El Donbass, no una simple región sino una región sin la cual la construcción del comunismo seguiría siendo solo una vana esperanza”.
En la entrada están de guardia varios milicianos, algunos con los parches del batallón al que pertenecen, como el Oplot o el Vostok. También hay un cosaco, con una larga barba y botas de equitación.
Hay toda una mezcla de nacionalidades: combatientes locales e internacionalistas, voluntarios rusos con su cruz ortodoxa colgada al cuello, musulmanes abjasios y chechenos que invocan a Alá antes de la batalla; anti-imperialistas europeos y enamorados del antiguo zar y del nuevo zar Vladimir Putin; fascistas y comunistas... Todos unidos por un incierto paneslavismo y un informal pero todavía más excéntrico antiamericanismo.
Uno de ellos es Toro, el nombre de guerra de Alejandro, nacido hace 60 años en Barcelona. Mientras se lía un cigarrillo bajo la estatua del fundador de la Unión Soviética, Toro dice cómo y por qué se fue de España al Donbass.
“Vine porque tenía que hacerlo, lo sentía así. Sabía que había una guerra injusta y que una parte tenía razón y la otra no. Empecé a informarme el año pasado”, afirma.
“No estaba para nada de acuerdo con las mentiras de la prensa sobre la invasión rusa en Ucrania. Todo empezó porque la población local no aceptó el cambio de gobierno, nacido de una operación de la OTAN”, agrega.
Admite que siente admiración por Putin: “Es un hombre que está haciendo muchísimo por su pueblo -dice, encendiéndose el cigarrillo-. A mí me gusta, es el único que se opone al capitalismo estadunidense. Los gobiernos europeos defienden solo a las grandes industrias, a los bancos y no a los seres humanos”.
La opinión de Toro es directa y simple: en una parte están los malos y en la otra los buenos, un patrón que recuerda a la propaganda ideológica del Muro de Berlín y Europa en plena Guerra Fría. Es voluntario de las Brigadas Internacionales, y vino aquí junto con otros compañeros en 2014.
Antes, dice, alistarse era mucho más sencillo. Se llegaba a Moscú y se iba a las oficinas de reclutamiento para voluntarios o se iba directamente al Donbass, presentándose personalmente al batallón del que se quería formar parte.
“Ahora todo es más complicado, porque hay una estructura burocrática y se exige un mínimo de experiencia militar. Los que vienen aquí sin experiencia tienen que hacer cursos de formación”, señala.
Dice que “muchos llegan con un billete de vuelta en el bolsillo. Los llamamos turistas. Si lo descubrimos los mandamos de vuelta a casa, porque no podemos perder el tiempo entrenando a alguien que al cabo de poco tiempo se irá”.
Las palabras del español exudan malestar por la trágica situación económica que atraviesa su país y, de manera más general, el sur de Europa.
“De profesión soy obrero. Hace cinco años ganaba mil 200 euros, mientras que el año pasado, justo antes de ir al Donbass, ganaba poco más de la mitad. En España hay más de cinco millones de parados, de los 25 a los 50 años es muy difícil encontrar trabajo y en vez de bajar la edad de jubilación la suben”, puntualiza.
“Dime si esto no es explotación. Mi hijo tiene 32 años y ha tenido la suerte de encontrar un trabajo con un sueldo decente, pero ¿por cuánto tiempo?”, se pregunta.
Eugeni, de 58 años, tiene una historia muy similar a la de Toro. Él también es catalán y militante de grupos de extrema izquierda. Había trabajado toda la vida como albañil y como conductor de camión por toda Europa.
Llegó al Donbass el 10 de abril y, después de algunos encargos en la línea de frente, le han confiado la gestión de la oficina de prensa de su batallón, cuyo nombre prefiere no decir. Todo iba bien hasta que, hace un par de meses, de repente Eugeni perdió sensibilidad en los brazos y en las piernas.
Los médicos le diagnosticaron una forma aguda del síndrome de Guillain-Barré, que se manifiesta con una parálisis de las extremidades.
“Al principio fue muy duro. Llegar a un nuevo país con tanto entusiasmo y después encontrarse encerrado en una habitación de hospital sin nadie que hable tu idioma. Los médicos me han dicho que me voy a recuperar, pero tendré que esperar meses antes de volver a hacer mi trabajo”, refiere el combatiente.
Eugeni continúa: “Vine aquí para ayudar a la gente del Donbass a luchar contra los fascistas de Kiev. Insisto que es intolerable lo que les están haciendo a los civiles. Es un deber de todos los antifascistas defender a esta gente. Han hecho algo heroico al rechazar los planes de la OTAN. Luchan por su autodeterminación y lo conseguirán”.
En el Donbass hay muchos ´foreign fighters´, probablemente varios centenares. No hay estadísticas oficiales, pero, según los entrevistados, la nacionalidad más presente -después, obviamente, de la rusa y la de otras antiguas repúblicas soviéticas- es la francesa, seguida de la española y la italiana.
También se ha documentado la presencia de un indio y un estadunidense apodado Texas.
Entre los extranjeros que apoyan la causa de los separatistas del Donbass no hay solo combatientes. Javier, de 24 años, llegó a esta zona de Europa unos meses después de haberse licenciado en medicina. También español y militante de izquierda, siempre había soñado con convertirse en médico de guerra.
“Me informé sobre la situación en Ucrania y me dije: ¿Por qué no empezar ahí, donde sin duda hay menos médicos? No he venido aquí solo para ayudar como médico sino también porque tengo una serie de ideas políticas que quiero defender”, expone.
“Soy socialista libertario, lo que se conoce como anarco-comunista, y decidí venir porque hay varias potencias imperialistas que están interesadas en esta zona, que se ha convertido en el escenario de una lucha de poder a nivel mundial. Aquí hay un imperialismo, que es el americano y de la OTAN, que está tratando de expandirse y llegar a la frontera con Rusia”, enfatiza.
Manifiesta el joven médico que “estando aquí tengo muy claro cuál es el enemigo de los trabajadores y de la gente de izquierda. El enemigo es la OTAN, porque está financiando batallones fascistas que están violando y matando a la población civil”.
Toro, Eugeni y Javier forman parte de Suprameni, una organización comunista que tiene la sede en Moscú y cuyo significado es “ciencia del tiempo”.
Javier precisa: “Es una formación que está ayudando mucho al Donbass. Cuenta con numerosos afiliados, de todas las partes del mundo. Los miembros luchan en el frente y prestan servicios a nivel humanitario, por ejemplo mediante la recaudación de dinero para comprar alimentos y medicinas. El objetivo de Suprameni es volver a una Unión Soviética en versión 2.0, adaptada a los tiempos modernos”.
En los últimos meses, debido sobre todo al auge de las adhesiones de combatientes al Estado Islámico en algunos países del Medio Oriente y del Norte de África, los gobiernos europeos han promulgado leyes antiterroristas muy estrictas que prohíben a sus ciudadanos unirse a formaciones militares no reconocidos en el extranjero.
En España, por ejemplo, los ´foreign fighters´ se enfrentan a entre 10 y 15 años de prisión por acciones similares. Se adoptó la misma política por lo que respecta a personal sanitario.
“Justo antes de llegar aquí detuvieron a ocho compañeros que habían luchado en el Donbass. Se sirvieron de leyes absurdas como la que dice que un español que apoya a separatistas rompe la neutralidad del estado español”, apunta.
Pero parece una broma, porque el estado español en ningún momento ha sido neutral en este conflicto. “La noticia no ha tenido mucha difusión, pero hay que saber que España mandó material militar no letal a Kiev después del golpe fascista. Mandó cascos y chalecos antibalas. Por lo tanto, España no ha mostrado ninguna neutralidad en esta guerra”, insiste Javier.
Mientras no se delinee mejor su situación legal, los tres españoles no volverán. Ninguno de ellos quiere cumplir una pena así de severa por una misión que no consideran en absoluto un acto terrorista.