Francisco arremete contra la 'tiranía del dinero'

"El Papa ama a todos, ricos y pobres, pero tiene el deber, de recordar al rico que debe ayudar al pobre, respetarlo, promoverlo", aseveró.

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Jorge Mario Bergoglio lamentó que la alegría de vivir disminuya mientras la indecencia y la violencia aumentan. (Notimex)
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Agencias
CIUDAD DEL VATICANO.- El Papa Francisco arremetió hoy contra la "tiranía del dinero" la cual, dijo, es la causa más profunda de la crisis financiera mundial, que provoca la desigualdad social, favorece el consumismo desenfrenado y una cultura del descarte, según Notimex.

"¡El dinero debe servir y no gobernar!", clamó Jorge Mario Bergoglio durante una audiencia en el Palacio Apostólico del Vaticano en la cual recibió las cartas credenciales de los nuevos embajadores ante la Santa Sede de Kirguizistán, Antigua y Barbuda, el Gran Ducado de Luxemburgo y Botsuana.

En el primer discurso de su pontificado sobre temas socioeconómicos, el líder católico denunció las "consecuencias funestas" de la precariedad cotidiana vivida por millones de personas, "invadidas por el miedo y la desesperación" incluso en los países ricos.

Lamentó que la alegría de vivir disminuya mientras la indecencia y la violencia aumentan, la pobreza se vuelve más evidente, lo cual obliga a luchar para vivir y, a menudo, en modo no digno.

"Una de las causas de esta situación está en la relación que tenemos con el dinero, en aceptar su dominio sobre nosotros y sobre nuestras sociedades. Así la crisis financiera que estamos atravesando nos hace olvidar su primer origen, situado en una profunda crisis antropológica", explicó.

"¡En la negación de la primacía del hombre! Hemos creado nuevos ídolos. La adoración del antiguo becerro de oro ha encontrado una nueva y despiadada imagen en el fetichismo del dinero y en la dictadura de la economía sin rostro ni objetivo realmente humano", agregó.

Existen "consecuencias funestas" de la precariedad cotidiana vivida por millones de personas

Advirtió que la crisis financiera ha sacado a la luz las "deformidades" de la economía, que reduce al hombre sólo a las exigencias del consumo o, peor aún, lo considera a él mismo como un bien de consumo que se puede usar y tirar.

Constató que se vive una " cultura del descarte", tanto a nivel individual como social, la cual es voluntariamente favorecida mientras la solidaridad es considerada como contraproducente, contraria a la racionalidad financiera y económica.

"Mientras el rédito de una minoría crece en manera exponencial, el de la mayoría se debilita. Este desequilibrio deriva de ideologías que promueven la autonomía absoluta de los mercados y la especulación financiera, negando así el derecho de control a los Estados encargados de proveer al bien común", insistió.

Según el obispo de Roma este panorama produce una "tiranía invisible" que impone sus reglas, mientras el endeudamiento o el crédito alejan a los países de su economía real y los ciudadanos pierden su poder adquisitivo.

También deploró la "corrupción tentacular" y una evasión fiscal egoísta que han asumido dimensiones mundiales, demostrando que la voluntad de poder y de posesión se ha vuelto sin límites.

Precisó que detrás de esta actitud se esconde el rechazo de la ética y la negación de Dios porque, como la solidaridad, la ética da fastidio porque relativiza el dinero y el poder; por ello es una amenaza, ya que niega la manipulación y la sumisión de la persona.

"La ética conduce a Dios, el cual se coloca fuera de las categorías del mercado. Dios es considerado por estos financieros, economistas y políticos como no gestionable, Dios no es administrable, es incluso peligroso porque llama al hombre a su plena realización y a la independencia de todo tipo de esclavitud", ponderó.

Por todo esto el Papa Francisco consideró como deseable una reforma financiera que sea ética y produzca, a su vez, una reforma económica saludable para todos.

"Pero esta exigiría un valiente cambio de actitud de los dirigentes políticos. Los exhorto a afrontar este reto, con determinación y mirada de largo plazo, teniendo en cuenta naturalmente de las particularidades de sus contextos", anticipó.

"El Papa ama a todos, ricos y pobres, pero el Papa tiene el deber, en el nombre de Cristo, de recordar al rico que debe ayudar al pobre, respetarlo, promoverlo. El Papa exhorta a la solidaridad desinteresada y a un retorno de la ética a favor del hombre en la realidad financiera y económica", sentenció.

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