Jerusalén 'no deja vivir' a los árabes

Los palestinos aseguran que la alcaldía de la capital 'eterna e indivisible' de Israel los discrimina sistemáticamente.

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La diferencia entre las partes este (palestina) y oeste (judía) de Jerusalén son notorias a simple vista. (EFE)
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EFE
JERUSALÉN, Israel.- Jerusalén Este es "capital de la pobreza" para muchos palestinos, que denuncian "sobrevivir" en un sistema de políticas israelíes "discriminatorias" que les impide desarrollar con normalidad su economía y su vida.

La falta de oportunidades laborales, restricciones de movimiento por el muro, escasez de aulas que dificulta el acceso a la educación pública, problemas de vivienda y de provisión de servicios dan a los más de 300 mil palestinos de Jerusalén Este la sensación de vivir en una ciudad que sienten suya pero que consideran les es hostil.

Los árabes suponen el 37 % de la población de la ciudad y, de ellos, el 75 % vive bajo el umbral de la pobreza, según un informe de la ONG israelí ACRI (Asociación por los Derechos Civiles en Israel).

"Es el porcentaje más alto de todo Israel y procede de cifras oficiales del gobierno, la autoridad de estadísticas, la Alcaldía y la Policía", explica a Nisreen Alyan, abogada de ACRI, que denuncia la "persistente negligencia y creciente violencia" que sufre la parte oriental de la ciudad.

Derechos ignorados

Jerusalén Este, que los palestinos consideran capital legítima de su Estado, fue ocupada por Israel en 1967 en la Guerra de los Seis Días y anexionada al país en 1980 bajo una ley que la declaró capital indivisible del pueblo judío y que ningún país reconoce.

Desde que viven bajo autoridad israelí, los palestinos han denunciado repetidamente la escasa inversión en sus zonas y discriminación sistemática de las autoridades ante las que la mayoría gozan de un estatus de "residente permanente" (que puede ser revocado) no de ciudadano.

"Israel quería la tierra de Jerusalén Este e ignoró a las personas que viven allí y sus derechos", critica Alyan, que prevé "un mal futuro" para esos habitantes de la ciudad, a la vista de las políticas públicas del Gobierno y la Alcaldía.

"Nos consideramos unos supervivientes, porque sería más fácil empaquetar las pertenencias y marcharse", lamenta.

Según ACRI, uno de los problemas más graves es el de la educación, con una falta de mil aulas, miles de niños fuera del sistema educativo y un 33 % de fracaso escolar.

También da otras cifras para ilustrar el abandono de la parte oriental: un tercio de los hogares no está conectado correctamente a la red de agua, solo un 7 % de los carteros trabajan allí, el desarrollo urbano es "mínimo", no se arreglan las carreteras más allá del muro de separación y un 39 % de las casas se construyen sin permiso.

Poco a poco

Jawad Seyam, director del Centro de Información de Silwan, un barrio árabe situado a las puertas de la Ciudad Vieja, califica la investigación de ACRI de "optimista" y asegura que no le extrañaría que pronto las cifras muestren que son "el cien por cien de los palestinos de Jerusalén los que no tienen suficiente para vivir".

"La realidad es peor que en ese informe. La vida de la mayoría de los palestinos en Jerusalén es muy limitada. Los que tienen algo de dinero gastan más en abogados que eviten que sus casas sean demolidas que en comida", denuncia.

Según él, los israelíes "no quieren que los palestinos mejoren sus condiciones de vida", porque su intención es hacer poco a poco que se vayan.

"No pedimos que nos hagan la vida mejor, basta que nos dejen vivir por nosotros mismos", manifiesta Seyam que denuncia, entre otras cuestiones, la falta de control sobre importantes recursos como el turismo.

No ayuda a la situación el hecho de que los palestinos, al no reconocer la autoridad israelí, no voten en las elecciones municipales, por lo que sus intereses no están representados en las instituciones locales.

"No solo luchamos por los derechos económicos, también por los políticos", argumenta Seyam, que explica que votar supondría "normalizar la ocupación".

Mucha diferencia

La Alcaldía lamentó en un escrito que ACRI "seleccione y recicle cada año el mismo informe distorsionado y alejado de la realidad" que "ignora los profundos pasos para reducir las brechas existentes".

El estudio ignora la inversión de 130 millones de dólares en transporte e infraestructuras, más de 100 millones en educación, decenas de millones en edificios comunitarios, deportivos, infantiles y de correos, abunda la oficina de prensa del consistorio.

Sin embargo, la diferencia entre un lado y otro de la ciudad es palpable y el propio presidente israelí, Reuvén Rivlin, mencionó el tema en la reciente celebración del Día de Jerusalén, en que los israelíes conmemoran lo que consideran su "reunificación" y el resto del mundo ve como el inicio de la ocupación.

"No hay jerosolimitanos de segunda clase", aseguró Rivlin, que sin embargo denunció "enormes disparidades" y admitió que "mientras el oeste disfruta de un momento de desarrollo y crecimiento impresionante, el este está deteriorado y descuidado".

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