La Aldea: De la primavera árabe al invierno cristiano

A un año de las rebeliones que agitaron varios países árabes, el autor defiende el derecho de los cristianos a prevalecer ante el auge del islamismo.

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Plaza Tahrir, en Egipto, de donde grandes cantidades de cristianos han partido en respuesta a una oleada de discriminación y opresión. (Agencias)
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Rupert Short/The Guardian
MÉXICO, D.F.- La ecología religiosa de Oriente Medio parece más frágil que nunca, mientras la primavera árabe ha dado lugar al cabo de un año a un invierno cristiano. Las ignorantes conjeturas occidentales sobre la uniformidad cultural se ven reflejadas en la inclinación islamista de sacar de sus tierras a grupos con otra fe. Tal intolerancia ha crecido desde el 11-S, por supuesto, pero sus raíces van más allá de las desastrosas políticas de George W. Bush.

Grandes cantidades de cristianos coptos han partido de Egipto en respuesta a una oleada de discriminación y opresión. Aunque todavía suman al menos 5.1 millones en una población de 80 millones (de acuerdo con estimados del gobierno cuestionados por la Iglesia copta), los coptos se enfrentan a límites profesionales y muchas de sus iglesias han sido atacadas por extremistas salafistas. Desde los años de 1980, cerca de 600 mil coptos han abandonado su tierra natal. Y si se aplica la nueva Constitución de Mohamed Mursi (presidente egipcio), el estatus de segunda de los cristianos quedará grabado en piedra en Egipto, y el país se empantanará aún más en las consecuencias que de ello se deriven.

En el caso de Irak, la catástrofe a la que se enfrentan los cristianos en ese país es reconocida más ampliamente por Occidente, en parte por la concentración de la prensa en tragedias individuales como el ataque a la catedral católica siria de Bagdad hace dos años, donde murieron más de 50 personas y cientos resultaron heridas, cuando militantes conectados con Al Qaeda lanzaron granadas al edificio antes de disparar contra los feligreses.

En 1990 había entre 1.2 y 1.4 millones de cristianos en Irak, frente a unos 50 mil estimados en la actualidad.

El conflicto en Siria también ha puesto a los cristianos en el ojo de otro huracán. Pese a su brutalidad, el régimen de Bashar al Asad garantizaba la libertad de culto a las minorías antes del inicio de la guerra civil (marzo de 2011). Pero en este último año, decenas de miles de cristianos han abandonado ciudades como Homs y Qusayr a causa de los rebeldes islamistas.
El tradicional mercado de Navidad y las luces en Qataba son cosas del pasado, porque las milicias islamistas quieren borrar todo rastro de la vida cristiana.

En 1990 había poco más de un millón de cristianos en Irak; hoy son 50 mil

Hasta en sociedades progresistas de Oriente Medio, como la de Turquía, la discriminación anticristiana es extensa y los “desertores” (ex musulmanes conversos al cristianismo u otra fe) se enfrentan a penalidades serias. En otras partes del mundo musulmán, este problema es aún más severo; el desertor está en riesgo real de muerte en Arabia Saudí e Irán.

En Bahrein, Jordania, Qatar, Omán y Yemen, los apóstatas se arriesgan a castigos que incluyen la pérdida de la propiedad y la anulación de un matrimonio, asesinatos de “honor” a manos de miembros de su familia, detención, cárcel, tortura e intimidación física.

La verdad sobre la opresión religiosa -es decir, cristianos que son atacados en mayor cantidad que los pertenecientes a cualquier otro grupo de fe- es una sorpresa para muchos. Una investigación de 2007 encontró que unos 200 millones de creyentes, o 10 por ciento del total global, son amenazados por la discriminación, el acoso o la violencia. El problema se extiende más allá de los países islámicos, e incluye a la India, el mundo comunista y hasta a las sociedades de mayoría budista como Burma y Sri Lanka.

Para algunos secularistas, por supuesto, estas estadísticas son prueba de que la religión es una fuerza maligna; pero esto deja fuera varios puntos críticos. Entre ellos que la fe a menudo se utiliza como tapadera para lo que en realidad son disputas políticas y guerras de poder, y que el cristianismo y el islam, especialmente, son fuentes masivas de capital social.

Por otro lado, la convicción basada en la fe ha movilizado a millones a oponerse a regímenes autoritarios, iniciar transiciones democráticas, apoyar derechos humanos y aliviar el sufrimiento humano. Dado que la religión no va a desaparecer, la prioridad debería ser la libertad de conciencia. Esto no solo es un bien en sí mismo, sino que la libertad religiosa es fundamental para la libertad en general.

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