El trono por una mujer y otras locuras de amor

El amor puede llevar a las personas a cometer las 'hazañas' más insólitas, conoce algunas de ellas.

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Eduardo VIII de Inglaterra renunció en 1936 al trono para poder casarse con Wallis Simpson, una divorciada estadounidense. (wordpress.com)
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Agencias
LONDRES, Inglaterra.- Si ha estado enamorado alguna vez sabe que el amor puede llevarnos a cometer locuras para sorprender y conquistar a la persona que es objeto de nuestra pasión. Pero, ¿cuáles son las 'hazañas' más insólitas llevadas a cabo por los enamorados?

A continuación les presentamos algunas de las locuras cometidas por amor, recogidas por la revista 'Quo', y que publica el sitio web actualidad.rt.com, en diferentes épocas de la historia humana.

Declararle la guerra a su propio padre

En 1355, el que sería el rey Pedro I de Portugal se enamoró de Inés, dama de compañía de su esposa, Constanza, y se casó con ella en secreto. 

Para evitar que la muchacha fuera coronada, el padre de Pedro, Alfonso IV, ordenó asesinarla. 

Al enterarse de cómo había muerto su amada, el joven Pedro se alzó en armas contra su progenitor y la coronó, ya muerta, cuando se convirtió en monarca. 

El cadáver de Inés fue engalanado con vestimentas reales y sentado en el trono; todos los nobles fueron obligados a prestarle homenaje como reina de Portugal, y tuvieron que besarle la mano en señal de fidelidad y vasallaje. 

Bajar al infierno

El poeta italiano Dante Alighieri escribió a principios del siglo XIV la 'Divina Comedia', su obra maestra, dedicada al objeto de su amor platónico, Beatrice Portinari, con la que nunca llegó a cruzar ni una palabra.

En su obra, Dante atraviesa el infierno y el purgatorio buscando a su amada. 

Romper con un mecenas

El poeta británico Percival Shelley abandonó a su mujer y a sus hijos en 1814 para poder fugarse con su amante Mary, creadora de uno de los monstruos literarios más famosos, el doctor Frankenstein. 

Esto significó no solo convertirse en objeto de críticas en una sociedad llena de prejuicios, sino también quedar al borde de la ruina económica, ya que hizo que su mecenas y editor, el filósofo William Goodwin, le retirara su apoyo económico.

Jugarse la cabeza

El corsario Walter Raleigh, amante de la reina Isabel I de Inglaterra, estuvo a punto de perder la cabeza literalmente a manos de su soberana, pues le provocó los celos al enamorarse de una joven llamada Sarah, por lo que fue encerrado en la Torre de Londres. 

Luego la reina acabó perdonándole.

Escribir cartas diarias durante años

El escritor estadounidense Mark Twain se enamoró de su futura esposa Livy a primera vista. Pero al recibir el rechazo, él prometió escribirle una carta de amor diaria hasta que cambiara de opinión. 

Mark Twain necesitó dos años para lograr el 'sí' de su amada.

Abdicar el trono

Eduardo VIII de Inglaterra renunció en 1936 al trono para poder casarse con Wallis Simpson, una divorciada estadounidense. 

Es el único monarca en la historia de su país que ha renunciado a la corona voluntariamente.

Construir una escalera con las manos

En 1940, el chino Lui Goujiang, cuando tenía tan solo 19 años, se enamoró de una viuda de más edad. 

El amor fue correspondido y decidieron fugarse y vivir en el interior de una cueva. 

Para que su amada pudiera salir de la gruta y bajar por la ladera de la montaña, construyó a mano una escalera de mil 500 peldaños. 

Hoy en día es un lugar de peregrinaje.

Profanar una tumba

Carl von Cosel, médico alemán residente en Florida, estaba obsesionado con una de sus pacientes, María Helena Milagro-Hoyos, enferma de tuberculosis.

Tras su muerte en 1933, robó el cadáver y vivió con el cuerpo momificado hasta 1940. 

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