Lula da Silva, la fuerza invisible que empujó a Dilma

El apoyo del amado expresidente fue decisivo para que Rousseff consiguiera la reelección en los comicios del domingo.

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Lula da Silva se comprometió hasta el fondo a favor de Dilma Rousseff en el proceso para lograr que repitiera en la Presidencia de Brasil. (Notimex)
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Agencias
BRASILIA, Brasil.- El expresidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, se convirtió en figura omnipresente al final de la campaña electoral de 2014, al entregar su apoyo a la mandataria Dilma Rousseff en su disputa por el primer cargo político de la nación con el candidato del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), Aécio Neves.

De acuerdo con Notimex, el exsindicalista se comprometió hasta el fondo a favor de Dilma en el proceso para decidir quién será el presidente del país en los siguientes cuatro años, empujando lo necesario para que el Partido de los Trabajadores (PT) gane las elecciones por cuarta ocasión consecutiva.

Semblanza de Lula

Personaje sin par en un país sorprendente, a los siete años de edad, Lula -apodo afectuoso para los Luises- fue un “retirante” (emigrante forzado) que, en dos semanas de viaje del nordeste hasta el sur del inmenso Brasil a bordo de un camión de carga, llegó con siete hermanos y su madre al puerto de Santos, en el estado de Sao Paulo.

Dejaba atrás el pueblo de Vargem Grande, municipio de Garanhuns, Pernambuco –donde nació el 27 de octubre de 1945-, para buscar una mejor oportunidad de vida, como lo han hecho millones de brasileños desde tiempo inmemorial, cuando la sequía y la pobreza azotan el bien llamado “cuadrilátero del hambre”.

Cuatro años más tarde, en 1956, su madre, doña Eurídice o doña Lindu, llevó a su prole a la capital del estado, donde Lula trabajó como vendedor ambulante, bolero y mandadero, hasta que, a los quince años, con una beca del Servicio Nacional de Empleo, se volvió aprendiz de mecánico tornero.

Activo líder sindical

En 1970, luego de una viudez que lo hundió en la depresión, Lula se dedicó intensamente a la actividad sindical, casándose en segundas nupcias con Marisa Leticia Rocco en 1973, para llegar a la Secretaría General del Sindicato de Metalúrgicos de Sao Bernardo y Diadema.

En 1978 lideró la primera huelga de obreros del ABC –en el cinturón industrial paulista-, cuando los comandantes del régimen militar golpista entendieron que no era posible sostenerse en base a la represión y a los ingredientes autoritarios impuestos tres lustros atrás.

En 1980, aliado a otros líderes, fundó el PT, del cual asumió la presidencia al año siguiente para encabezar un movimiento sindical que, debido a su combatividad, lo llevó a la cárcel y a que su mandato gremial fuera desconocido por las autoridades militares.

Participó en la fundación de la Central Única de Trabajadores (CUT) y, en junio de 1983, se integró al frente por las elecciones directas para la presidencia de la República con los gobernadores de Sao Paulo, Franco Montoro (PMDB), y de Río de Janeiro, Leonel Brizola (PDT).

Diputado constituyente

Lula fue electo diputado federal constituyente en 1986 con la mayor votación del país, aceptando la candidatura petista a la presidencia en 1989, cuando fue derrotado en la segunda vuelta por Fernando Collor de Mello, como ocurriría en 1994 y 1998, al perder contra Fernando Henrique Cardoso.

Llega a la presidencia

Dejó el liderazgo del PT que, con vigor renovado, lo llevó a la presidencia de Brasil el 1 de enero de 2003, al reunir una votación de 50 millones de sufragios a su favor y ser definido por su biógrafa, Denise Paraná, como “O filho do Brasil”, debido a su trayectoria de esfuerzo sin límite.

Se reeligió en 2006, venciendo en la segunda vuelta a Geraldo Alckmin, el candidato del PSDB que, con Cardoso como su abanderado, había gobernado al país entre 1995 y 2003.

En la presidencia, la gestión de Lula mantuvo algunas líneas de la política económica de su antecesor sin perder el rumbo, manteniéndola dentro de un cauce de contenido social y sin defraudar a sus seguidores, consiguiendo colocar al país dentro de un desarrollo sostenido más que notable.

Con Brasil inmerso en las grandes ligas de la política global, Lula también sorprendió a los observadores –dentro y fuera del país-, al haber alcanzado altos índices de popularidad, no obstante las serias denuncias de corrupción que alcanzaron a sus más cercanos colaboradores.

Inédito nivel de popularidad

Como ocurrió con José Mujica a punto de concluir su mandato presidencial en Uruguay, es inédito en la historia de Brasil el hecho de que un jefe de Estado acabe su periodo de gobierno con un índice de popularidad superior al 80 por ciento, de acuerdo con las cifras de una encuesta de la empresa CNT/Sensur.

Se trata de una marca mundial y, fiel a su estilo de gobierno –como cuando lo inició la primera vez, el 1 de enero de 2003, al besar la bandera verde-amarela de la nación-, el 1 de enero de 2011 Lula dejó el palacio de Planalto de Brasilia entre llantos y en brazos de las multitudes.

Así, una vez más se convirtió en centro de la atención en el acto de entrega-recepción, en el que puso sobre Dilma Rousseff la banda presidencial.

Con un respaldo que ha resultado más que satisfactorio para la mujer que inició su trayectoria política en la oposición armada contra la dictadura militar a fines de la década de 1960, presa y torturada, Lula da Silva, por su parte, tuvo sabiduría para gobernar, serenidad para administrar y coraje para decidir.

“Hay que tener un corazón del tamaño de Brasil para sentirse unido a cada ciudadano y ciudadana de esta nación”, dijo Lula en reciente discurso de campaña, retomando una frase de 2003 que, con vehemencia, pidió a Dilma Rousseff hacer suya, para concluir con cinco palabras:

“¡Que viva el pueblo brasileño!”.

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