Migrantes se enfrentan al mar, el frío y las fronteras, por una vida mejor

Mayoría de los refugiados no están acostumbrados al duro invierno de los Balcanes; muchos abandonaron sus casas sin ropa de abrigo.

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Un grupo de refugiados camina hacia la frontera entre Macedonia y Serbia desde el centro de alojamiento temporal para migrantes de la localidad macedonia de Tabanovce, el 5 de febrero de 2016. (AP)
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Agencias
PRESEVO, Serbia.- Rasul Orwani pensó que lo peor ya había pasado tras enfrentarse a un mar bravo y frío en un desvencijado barco de madera cuando cruzó de Turquía a Grecia, pero entonces llegaron los Balcanes.

Luego de llegar a Macedonia junto a docenas de migrantes más, el grupo pasó a Serbia a pie en medio de la noche, mientras la nieve se le metía en los ojos y se mezclaba con las lágrimas en las caras de los niños.

Con la cabeza baja para protegerse del frio, los migrantes avanzaron lentamente por la nieve cargando con bebés, niños pequeños y pertenencias a lo largo de un tramo de dos kilómetros (1.2 millas) de carretera, conocido como el límite verde entre los dos países balcánicos. Un niño de 10 años se sacó la manta que llevaba sobre los hombros para arropar a su hermana pequeña mientras caminaban de la mano por el helado paisaje.

Pese a la llegada del invierno y las nuevas barreras administrativas impuestas por los gobiernos europeos para dificultar su entrada, decenas de miles de migrantes procedentes de Oriente Medio, África y Asia están lo suficientemente desesperados como para embarcarse en una travesía de varias semanas que les lleva a cruzar el mar Egeo y el corredor migratorio de los Balcanes, que el frio y los estrictos controles fronterizos han convertido en una aventura todavía más peligrosa.

A salvo en la localidad serbia de Presevo, en la frontera con Macedonia, Orwani dice que no hay vuelta atrás.

"Nuestro viaje es muy peligroso y arriesgado", dijo Orwani, de 20 años. "Cruzamos el mar, estuvimos en un barco y las olas del mar pudieron habernos hecho naufragar fácilmente".

Aunque Europa recibió a más de un millón de migrantes y refugiados en 2015, los países de la Union Europea luchan para frenar la mayor crisis migratoria en el continente desde la II Guerra Mundial. Algunos países por los que transcurre la ruta manifestaron su deseo de ralentizar la marea humana o incluso frenarla por completo. Varios impusieron nuevas normas más estrictas para quienes intentan llegar a su destino soñado: Alemania u otros países ricos de la región.

Como resultado de esto, docenas de refugiados han sido devueltos en las fronteras en medio de las gélidas temperaturas propias de la época, mientras que otros enfrentaron cierres de fronteras y largas horas de espera en centros de registro y campos de refugiados. Los expertos dicen que es poco probable que estas medidas frenen las llegadas, pero podrían hacer que los refugiados recuperen rutas ilegales por fronteras protegidas con alambres de espino y bosques, arrojándolos a las manos de los despiadados contrabandistas de personas.

"Cruzamos el mar, estuvimos en un barco y las olas del mar pudieron habernos hecho naufragar fácilmente, elviaje es muy peligroso y arriesgado", aseguró un migrante

Grupos de ayuda dicen que los migrantes que cruzan los Balcanes tienen problemas para avanzar entre la nieve y el hielo, y se ha registrado un aumento de las enfermedades relacionadas con el frio.

Mujeres, niños y bebés tienen más riesgo de sufrir hipotermia, según la ONG Save the Children, que apunta que algunos migrantes llegaron a Serbia con los labios azules, tristes y temblando de frío. Madres exhaustas dijeron a miembros del gripo que no lograban que sus bebés estuvieran calientes y secos, y que tropiezan cuando cargan con ellos a través de carreteras heladas.

Saymira, natural de Afganistán, cruzó a Serbia con su marido y sus dos hijos pequeños unos días antes que Orwani. Dos meses antes, su padre y su hermana menor murieron en el mar tratando de llegar a una isla griega desde Turquía.

"Ahora estoy muy triste, no puedo aguantar esta situación", dijo mientras empujaba un cochecito de bebé entre la nieve en la frontera que comparten Macedonia y Serbia.

Quiere ir a Alemania porque tiene familia allí, explica.

La mayoría de los refugiados no están acostumbrados al duro invierno de los Balcanes, y muchos abandonaron sus casas sin ropa de abrigo. Mirjana Milenkovski, portavoz de la agencia de refugiados de la ONU. en Serbia, dijo que los migrantes están siendo alojados en albergues con calefacción, son traslados en autobús y reciben bebidas calientes y ropa a su paso por Serbia y las demás naciones.

Desde Serbia, los migrantes se suben a trenes y autobuses para llegar a la frontera con Croacia. Una vez allí tienen que volver a esperar en centros antes de volver a registrarse. Además, las autoridades comprueban las listas de verificación y los documentos que les acreditan como refugiados.

Desde Croacia viajan a Eslovenia y, tras nuevos registros y comprobaciones, avanzan a Austria y, finalmente, a Alemania. Decenas abandonan en un camino en el que las autoridades de cada país elaboran su propio proceso de selección de los aptos para continuar hacia su objetivo.

La Organización Internacional para las Migraciones dijo que 368 personas murieron tratando de cruzar el Mediterráneo en enero. Casi uno de cada seis eran niños, ya que los menores son un porcentaje cada vez más grande de los que se embarcan en el peligroso viaje.

Al tiempo que Orwani llegaba a la costa de Grecia el mes pasado, otras docenas de migrantes no corrieron la misma suerte. Otras dos embarcaciones precarias se hundieron matando a 46 personas, muchos de ellos niños, una tragedia que pone de manifiesto la difícil situación de quienes arriesgan sus vidas y las de sus hijos para iniciar una nueva vida lejos de la guerra y la pobreza.

En el centro de refugiados de Presevo, Orwani espera pacientemente su turno para registrarse. Quiere ir a Alemania, a donde podrá llegar gracias a su procedencia - es afgano. Después de cruzar el Egeo, dice que no puede haber nada tan duro.

Orwani nunca había visto el mar hasta que en enero se subió a un pequeño bote de madera en Turquía junto a docenas de migrantes más decididos a llegar a Europa. El mar estaba agitado y frío y el barco tuvo problemas en el motor, por lo que casi no llegan a territorio griego. Sin embargo, para él el riesgo valió la pena.

"Fue muy peligroso y nuestro motor tuvo un problema. Estábamos asustados y era muy arriesgado", dijo Orwani. "Pero ante la mala situación (en su país) aceptamos el riesgo".

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