Marcan en su piel la fe en Dios

Cristianos ortodoxos que van a Tierra Santa suelen regresar a casa con algún tatuaje en el cuerpo.

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Una mujer etíope cantó un himno religioso mientras un tatuaje de la Virgen María era grabado en su brazo. (Agencias)
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Agencias
JERUSALEN, Israel.- Los cristianos ortodoxos que van a Tierra Santa suelen regresar con algún recuerdo de su peregrinaje, y no sólo de tipo espiritual, pues muchos de ellos visitan un salón de tatuajes en la Ciudad Antigua de Jerusalén donde se aplican una marca indeleble como símbolo de su devoción, según publica The Associated Press.

Una misma familia jerosolimitana ha sido la propietaria del salón, donde dibujan sobre la piel todo tipo de iconografía bíblica, como la crucifixión y la pasión de la Virgen. Mientras los católicos obtienen un certificado que confirma su peregrinaje a Tierra Santa, para los cristianos ortodoxos la preferencia es el tatuaje, como un recordatorio permanente.

En agudo contraste con las bulliciosas calles de la adoquinada Ciudad Antigua, dentro del salón de tatuajes Razzouk reina la calma y el silencio a excepción del zumbido de la aguja eléctrica que imprime el tatuaje.

Varios peregrinos sostienen que el dolor de ponerse el tatuaje no es un ningún problema.

"El dolor que siento es como el dolor que sufrió Jesucristo en la cruz con la corona de espinas", opinó Etetu Legesse, una peregrina de Etiopía, mientras se hacía colocar un tatuaje en el brazo con la imagen de la crucifixión.

Otra mujer etiopí cantó un himno religioso mientras un tatuaje de la Virgen María era grabada en su brazo.

Un tatuaje en la mano es el mejor certificado de un peregrinaje porque es eterno

"Estoy cantándole a Dios, pensando en Dios; El murió por nosotros en la cruz, es por ello que estoy cantando", dijo la mujer que dijo llamarse Mebrat, de 35 años.

Anton Razzouk, el patriarca de la familia, de 72 años, dice que el negocio se remonta a un ancestro copto que viajó en camello y asno desde Egipto hasta Jerusalén hace unos 300 años, y decidió quedarse.

Hoy en día, el negocio de Razzouk es la sala de tatuajes más antigua en la Ciudad Antigua de Jerusalén orientada a peregrinos cristianos. Razzouk dice que hasta los años 50 la tienda de su padre no tenía competencia, aunque en los años recientes unos cuantos competidores han surgido.

La artesanía fue traspasada de generación a generación y un sinnúmero de peregrinos han recibido allí su marca indeleble. Razzouk declaró que su padre, Jacob, le puso un tatuaje al emperador etiopí Haile Selassie durante un peregrinaje que hizo el emperador a Jerusalén, así como a cientos de soldados de las fuerzas aliadas apostados en la región durante la Segunda Guerra Mundial. Dijo que los tatuajes sirven de recordatorio a la gente para que se mantengan alejados del pecado.

"Un tatuaje en la mano es el mejor certificado de un peregrinaje porque es eterno, es una imagen que acompaña a la persona hasta la tumba", dijo Razzouk.

Mientras el judaísmo y el islam prohíben imprimir imágenes sobre el cuerpo humano, para derivaciones de los cristianos ortodoxos como los armenios, sirios, etíopes y coptos, los tatuajes tienen una función religiosa y también decorativa. Los católicos no prohíben los tatuajes, pero la práctica no es tan común.

Razzouk dice que hace entre 300 y 400 tatuajes por año. Su servicio es tan popular que miembros de la familia a veces van a los hoteles para prestar sus servicios a los viajeros allí.

Entre los diseños hay cruces, de todas formas y tamaños, así como retratos de la Virgen María e imágenes de la crucifixión. Los cristianos ortodoxos tradicionalmente se hacen dibujar los tatuajes antes de la Pascua, cuando participan en procesiones por la Ciudad Antigua y visitan la Iglesia del Santo Sepulcro, donde según la creencia Jesús fue crucificado y resucitó. Un tatuaje cuesta entre 20 y 100 dólares, dependiendo de lo difícil que sea.

Una Pascua diferente

Los cristianos ortodoxos, que se rigen según el calendario juliano, conmemoraron la Pascua a comienzos de mayo, mientras que los católicos y protestantes, que usan el calendario gregoriano, la celebraron a fines de marzo.

El negocio es de apariencia humilde, con un simple letrero que dice "Tattoo & Change" ("Tatuajes y cambio"). Para complementar sus ingresos, la familia administra también una casa de cambios y vende libros e iconos religiosos como rosarios y coronas de espinas, además de crucifijos y guías turísticas.

La familia confía en que la tradición pasará a la siguiente generación. El hijo de Razzouk, Wassim, de 40 años, se está preparando para asumir el control del negocio y hace unos días trabajaba allí dibujando tatuajes. El nieto de Anton, Nizzar, a sus 10 años también ha mostrado interés por la tienda.

"Mucha gente viene y se sienta para que le hagamos el tatuaje y dice que han estado esperando toda la vida para esto", comentó Wassim Razzouk.

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