Mensaje al Papa desde la selva del Congo

El cura, teólogo y misionero belga Bernard Ugeux le escribe desde su blog www.lavie al nuevo pontífice católico.

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El cardenal argentino Jorge Bergoglio, hoy papa Francisco. (Milenio)
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Bernard Ugeux/Maniema
ÁFRICA.- Desde hace tres semanas viajo por la selva tropical que rodea el inmenso río Congo, en la provincia de Maniema, donde las carreteras están lejos de ser transitables y seguras. Después de 530 km de sendas fangosas llegué a una comunidad donde, gracias a un equipo de electricidad y una parábola, pudimos asistir en directo la noche del 13 de marzo al anuncio de la elección del Papa Francisco.

Por la mañana, aproveché para interrogar a mi entorno, padres diocesanos y un superior provincial de una congregación misionera.

Para mis interlocutores congoleses, fue evidente que los cardenales africanos no tenían ningún chance de ser elegidos, tanto por su poco peso en la jerarquía actual de la Iglesia como por la poca importancia conferida al continente africano en el proceso de mundialización (salvo para robarle sus materias primas).

Lo que más les sorprendió es la elección de un no europeo, ya que ellos tienen la impresión de que la Iglesia católica sigue estando controlada muy fuertemente por las grandes Iglesias occidentales, sobre todo europeas. Para uno de los curas resultó sorprendente que se haya escogido a un latinoamericano, cuando la Iglesia institucional enfrenta grandes desafíos, y se preguntó cómo ese Papa venido de Argentina se va a adaptar a la cultura del Vaticano.

Pero la elección lo alegró. Como sea, el origen de la persona no es lo determinante. El hecho de que él venga de América Latina muestra que la Iglesia no es propiedad de un continente. El Papa debe presidir la comunión y es el garante de la unidad para la Iglesia universal. La rapidez de la elección indica que la opción fue correcta y que él es el hombre del cual tiene necesidad el mundo actual. Ha sido un sacerdote en el terreno en situaciones difíciles, lo que no fue el caso de sus predecesores.

Esta proximidad pastoral también alegró a mis colegas africanos. Los comentarios de unos y otros a propósito de la elección del nombre de Francisco (del cual suponemos se trata de Francisco de Asís), subrayaría que es una señal de su preocupación de proximidad con los pobres y la gente sencilla.

Le pregunté al superior misionero sobre la eventual cercanía del Papa con la Teología de la Liberación, a pesar de algunas conductas que propiciaron las críticas de ciertos colegas jesuitas progresistas. Él me respondió: “Ignoro en qué medida pudiera estarlo” —lo que sería bastante singular para el sucesor del cardenal Ratzinger que no fue muy blando con ella—, pero me golpearon las palabras que de entrada él empleó apenas nombrado: varias veces repitió las expresiones de “pueblo de Dios” y el hecho de que la Iglesia está “caminando”, lo cual es parte del vocabulario de esa teología.

En lo personal, me llegó la manera en la que él apareció en el balcón, los brazos a lo largo del cuerpo, contemplando silenciosamente al pueblo que desplegaba a sus pies las banderas de la universalidad de la Iglesia. Su manera de inclinarse en un momento de silencio cuando pidió una oración para él, rompió con la solemnidad del protocolo y con el aire cargado de los eclesiásticos que lo rodeaban con gran pompa.

Además, el hecho de que él sea de espiritualidad ignaciana no puede disgustar en absoluto a un misionero de África de donde es también la espiritualidad. Su sonrisa mientras acababa de recibir su pesada carga me hizo pensar que se puede apoyar en la esperanza que representa la fe del pueblo de Dios, tal como la podemos encontrar en América Latina o en África. Lejos de una Europa en profunda crisis de identidad que se pierde en polémicas propias de los pueblos víctimas de sus riquezas materiales, incluida la Iglesia católica, la mirada que él tiene sobre el futuro del mundo a partir del Sur está habitada por una esperanza, puesto que es en primer lugar y antes que nada la vida la que es celebrada, en particular en los planos de las relaciones y lo espiritual. La que viene de Dios y de la fraternidad. Esto es lo que parece se ha perdido en el Norte… sin olvidar honrosas excepciones.

¿Dará Francisco testimonio de una curia que parece crispada por sus privilegios y manchada por sus inoperancias? Desde aquí, nosotros oramos por que así sea…

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