Navidad 'cannábica' en Uruguay

Uruguay plantea una nueva visión sobre el consumo de drogas y abre la posibilidad de tener acceso legal y seguro a la planta.

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La nueva ley uruguaya permitirá la exploración de las propiedades médicas del cannabis. En la imagen, activistas a favor de la marihuana celebran su legalización frente al Parlamento, en Montevideo. (EFE/Archivo)
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Leopoldo Rivera Rivera/Milenio
MÉXICO, D.F.- 2013 fue, sin duda, un año de grandes avances en cuanto al cambio en las políticas del cannabis en diversos países, lo que impacta el panorama a escala mundial. Quizá el más relevante de estos avances corrió a cargo de Uruguay, un país con más de 3 millones de habitantes, que se convierte en la primera nación del mundo en traer nuevamente a la legalidad una planta prohibida en distinto grado durante el siglo pasado en todas las naciones. 

La nueva ley se titula: Mariguana y sus derivados: Control y regulación del Estado de la importación, exportación, plantación, cultivo, cosecha, producción, adquisición, almacenamiento comercialización distribución y consumo.

Con una nueva visión sobre el consumo de drogas, en general, y del cannabis, en particular, se abre a los uruguayos la posibilidad de tener acceso legal y seguro a cannabis limpia de contaminantes y con procedencia verificable. 

Para hacer transparente una dinámica que hasta el momento estaba soterrada en la ilegalidad, y dada la naturaleza singular de las nuevas circunstancias económicas y sociales que traerá consigo la mariguana en su próxima salida a la realidad formal de la sociedad uruguaya, el gobierno charrúa deberá ensayar mecánicas nuevas que serán coordinadas por el recién creado Instituto de Regulación y Control de Cannabis (IRCCA), cuyo nombre original era Instituto Nacional del Cannabis.

Clubes de cultivo

Debido a que la prohibición de toda actividad relacionada con la planta -como los usos industrial y médico- está fundamentada en los supuestos daños que su uso pudiera traer a los usuarios psicoactivos, la mayor parte de la prensa internacional se centró en las tres formas de abastecimiento que los uruguayos tendrán a partir del 24 de diciembre: autocultivo individual, compra en farmacias previo registro y clubes de cultivo controlados por el propio IRCC. 

Sin embargo, se pasó por alto que la nueva ley abre la posibilidad a obtener autorizaciones para “la plantación, el cultivo, la cosecha, el acopio para fines de investigación, así como la industrialización para uso farmacéutico”.

Sin menoscabo de la muestra de independencia hacia la política internacional de drogas que esta medida uruguaya representa -centrada, según el presidente José Mujica, en el bienestar de las personas- y lo vanguardista que significa respetar el derecho a la decisión de los ciudadanos para usar o no cannabis, lo que colocará a Uruguay en la punta del pensamiento en el panorama del siglo XXI es la apertura al avance científico y económico que puede derivarse del desarrollo de productos basados en las propiedades medicinales de la planta documentadas desde hace siglos.

Contar con un producto “nuevo”, del que ya existe una plataforma científica en pro de la salud humana y que la investigación y el desarrollo de este producto esté vedado a las naciones vecinas, convierte al país que pueda aprovecharlo en el poseedor de una ventaja incomparable, pues representa un beneficio para la sociedad que lo desarrolle y un capital que erija, al país que lo usufructúe, en proveedor sin competencia y referente en el conocimiento de dicho producto.

Aplicaciones industriales

Si bien un gran porcentaje de usuarios de cannabis medicinal consume la planta casi en su forma natural -por medio de preparados para fumar, comer, untar o ingerir-, existen productos en el mercado farmacéutico que han pasado por los filtros que impone la Food & Drug Administration, cuya diferencia básica con los productos menos procesados de la planta es que han sido probados en ensayos clínicos.

Además del tetrahidrocannabinol (THC, la “sustancia activa” del cannabis responsable de sus efectos en la mente) en la planta existen otros compuestos que tienen propiedades y efectos distintos al psicoactivo en el organismo, por tanto, son susceptibles de aplicarse en diferentes padecimientos.

Un ejemplo clave lo constituye el cannabidiol (CBD), el compuesto con mayor presencia en la planta y con nulo o escaso poder psicoactivo. El avance de la tecnología permite en la actualidad cultivar plantas que carezcan casi en su totalidad de THC y tengan un porcentaje incrementado de CBD, lo que se puede modular gracias a la manipulación genética de las distintas variedades de cannabis y producir especímenes de los cuales se extraigan compuestos que nutran la oferta en males para los cuales no se ha encontrado cura o paliativo (el CBD se ha aplicado con éxito en pacientes con epilepsia, esclerosis múltiple, esquizofrenia y náusea, entre otras condiciones).

La nueva ley en Uruguay permitirá, asimismo, investigar y explorar -sin competencia- cientos de aplicaciones industriales de la planta… En fin, la puerta al conocimiento total de una compañera de la humanidad desde tiempo inmemorial, esa es la gran ventaja que obtiene Uruguay con su revolucionaria medida.

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