Obama, Bin Laden y Hugo Chávez 'conviven' en Carnaval de Río

Los brasileños recurren a los disfraces para poder expresar los sentimientos que han reprimido durante el resto del año.

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Los juerguistas participar en el "Carmelitas" desfile de carnaval en Río de Janeiro, Brasil. (Agencias)
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Agencias
RIO DE JANEIRO, Brasil.- La pared en la oficina de Olga Valles presenta máscaras de todo tipo: ahí está Barack Obama con amplia sonrisa, al lado de Yaser Arafat en su tradicional kafiye. No muy lejos está George W. Bush, acompañado de la cara de Saddam Hussein, con boina negra y mirada feroz.

Más allá está Osama Bin Laden al lado de Hugo Chávez, una fila de estrellas de fútbol y las más ligeras como Shrek, Simba de "The Lion King" y algunos monstruos.

Valles es la propietaria de la fábrica de máscaras más antigua y más productiva, Condal, un negocio familiar fundado en 1958 por su esposo, un inmigrante español ahora fallecido.

Como tal, tiene que estar consciente de la realidad nacional para poder hacer máscaras de los personajes del momento, ya sean reales o imaginarios, divertidos o espeluznantes para el Carnaval. Desde ya hay bandas de percusionistas paseando por las calles, seguidas por alegres parranderos, disfrazados y con botella en mano.

"Para los brasileños, la máscara es como un elogio"

La tradición de asumir una identidad nueva en Carnaval es el corazón del negocio de Valles, cuyos ingresos vienen de estas fiestas en un 70%. Pero ella dice que es además una responsabilidad que ella se toma en serio, pues disfrazarse tiene un significado más allá del simple jolgorio.

Los brasileños, dice, recurren a los disfraces que llaman "fantasías" para poder expresar los sentimientos que han reprimido durante el resto del año: el humor, la crítica, las fantasías, la admiración, sus aspiraciones. Al fin y al cabo ¿a quién no le encanta ser otra persona por un día? Las máscaras de Valles facilitan eso, de lo cual ella está muy orgullosa.

"Lo hago por el pueblo, para mantener vivo el espíritu del Carnaval", expresa Valles. "Es crítica social, es una manera de expresar lo que siento. Los brasileños tienen que convertir todo en un juego, hasta los asuntos más serios, así es como procesan la realidad".

Marcelo Servos, gerente de la tienda de disfraces Casas Turuna en Río de Janeiro, vende máscaras de Condal.

"Disfrazarse es para la imaginación, los sueños, asumir una identidad", expresó, "a la gente le encanta transformarse".

En la sección de disfraces para mujeres en Casas Turuna, Josiane dos Santos Silva y su amiga Vanessa Ventura Freitas escogían trajes muy distintos. A Silva le gustaba el de soldado, con rayas de camuflaje y correa de balas de plástico, pero Freitas prefería el de una bruja sexy. Ella dice que siempre escoge algo sensual.

"Esa es la alegría del Carnaval, es una forma de expresarse", comentó. "Por unos días uno puede convertirse en alguien que uno quisiera ser el año entero".

Las máscaras más populares siempre son las de monstruos y de brujas, las de animales y el eterno favorito, el de King Kong. Pero las máscaras de los políticos son más divertidas y conllevan un significado, dice Valles.

Su esposo, el artista Armando Valles, empezó a fabricar las máscaras una vez que terminó la dictadura militar en 1985.

"El era un apasionado de la política", comentó Olga Valles.

Probablemente a Armando le hubiera gustado saber que la máscara más popular este año es la del juez de la Corte Suprema de Brasil Joaquim Barbosa, quien nació en medio de la pobreza y ascendió hasta ser el primer juez de raza negra en el máximo tribunal de la nación, en el 2003. Barbosa se hizo célebre al presidir el juicio a políticos que ofrecían sus votos a cambio de dinero.

Veinticinco personas fueron convictas en el caso, incluyendo un dirigente que fue secretario de gabinete del ex presidente Luiz Inacio Lula da Silva. Nunca antes políticos de tanto nivel habían sido sometidos a juicio, y Barbosa se hizo famoso por su desempeño.

En noviembre, cuando fue juramentado como el presidente de la Corte Suprema, todo tipo de dirigentes, funcionarios, celebridades y hasta estrellas del deporte asistieron al evento.

Actualmente los brasileños le rinden honores al vestir su máscara, dijo Valles con una gran sonrisa. Han vendido 26 mil de esas máscaras, con lo que Barbosa se convierte en rival de Lula, según publica The Associated Press.

"Para los brasileños, la máscara es como un elogio", dice Valles. "En otros lugares, como en Europa, podría ser una especie de crítica".

María Nazare da Conceicao Nogueira, una obrera en la fábrica, le pintaba los dientes a la máscara de Neymar, el astro del fútbol. Comenta que trabaja con gusto y que particularmente le agradó enterarse de que las máscaras de Barbosa son de las más populares.

"El está haciendo cosas buenas para el país, nos está llevando por un buen camino", comentó ella. "El está haciendo justicia y eso es lo que necesitamos".

En las tiendas de disfraces en el centro de Río, un grupo de jóvenes coincidió en que Barbosa merecía el honor, pero admitieron que lo que buscaban era otra cosa: princesas de Disney.

"Quisimos disfrazarnos de mujeres y quisimos hacer algo distinto", dijo Felipe de Souza, contemplando un disfraz de Blancanieves que podría resistir la serie de bailes durante el festival. "Estamos listos para el maratón".

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