¿Por qué están las tropas en Malí?

A un mes de que iniciara la intervención francesa, la prensa se pregunta por los objetivos de una empresa con final incierto.

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El ejército galo quiere justificar con estas acciones su presupuesto. (EFE)
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Olivier Roy/Milenio
PARÍS, Francia.- En primer lugar la urgencia: los islamistas amenazaban Bamako, capital de la excolonia francesa y ponían en peligro la existencia de Malí.

Las poblaciones del sur del país no los apoyan, el gobierno pidió la intervención de Francia, y la caída de Bamako habría dejado mal parada la credibilidad de París, además de abrir una caja de Pandora.

Existen otros dos elementos de explicación: primero, la necesidad del presidente francés Francois Hollande de aparecer como un “jefe”, y así poner fin a la comparación con un Nicolas Sarkozy activista que tuvo “su” guerra en Libia.

En segundo lugar, la presión del ejército francés, resentido por su experiencia en Afganistán [como parte de las tropas occidentales de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, OTAN], ya que los estadunidenses tratan a sus aliados como auxiliares y los excluyen de las decisiones.

En Libia, el ejército francés tuvo la impresión de haber jugado a los mercenarios ante una decisión tomada de manera apresurada por el presidente Sarkozy.

El alto mando suele tener una visión “civilizatoria” de los conflictos y se siente más serbio que bosniaco: desconfía de todas las primaveras árabes, que están viendo a los islamistas tomar el poder.

La intervención halló un relativo consenso en Francia en la prensa y los intelectuales

Por último, la guerra de Libia hizo a un lado al ejército de tierra, que quiere reafirmar su preeminencia.

Una dimensión “corporativista” que no hay que despreciar. Después del retiro de Afganistán, el ejército de tierra muestra en Malí que es indispensable.

Una ausencia prolongada de las operaciones exteriores (OPEX) podría llevar a la opinión pública francesa a preguntarse sobre la utilidad de los gastos militares. Además, el ejército vuelve a tener una causa: proteger a la sociedad maliense del terrorismo islámico.

En tercer lugar, el ejército encuentra un campo de batalla que conoce muy bien. La intervención en Malí también halló un relativo consenso en Francia en la prensa y los intelectuales, donde se habla ya sea de “guerra justa” o

“guerra necesaria”, mientras se ve con buenos ojos mofarse de la guerra en Libia [marzo-octubre de 2011], calificada de aventurera so pretexto de que ella habría dejado al país en manos de la anarquía tribal.

Dicha intervención es considerada como la causa del levantamiento armado en el norte de Malí, que obedecería al retorno de los mercenarios tuareg contratados por Gadafi .

Pero lo que pasó en Libia no tiene nada de catastrófi co ya que los libios están administrando muy bien su primavera árabe. Además, la cuestión tuareg no es una consecuencia de la caída del régimen de Gadafi, considerado una molestia por sus vecinos.

La guerra de Malí es percibida en Francia como la antítesis de la de Libia, ya que la primera buscaría poner las cosas en su lugar: se lucha para defender la laicidad y la integridad territorial contra los terroristas partidarios de la sharia, la ley islámica. Según esto, la guerra reafirma el paradigma del choque de las civilizaciones y de la amenaza islamista, un paradigma reñido con la primavera árabe.

Tanto la izquierda laica como la derecha identitaria tienen buenas razones para apoyar esta guerra. Y es porque la misma aparece como “legible” y, por ende, “vendible” a la opinión pública. Pero, en el terreno, es algo más complicado: harán falta más que clichés para salir del conflicto.

Detrás de la geoestrategia de pacotilla que domina la opinión de los “expertos” desde hace una década, desmentida por los hechos, los verdaderos problemas están por llegar, por ejemplo cómo manejar la inquina de algunos Estados ante demandas políticas de los rebeldes que son legítimas.

En suma, hace falta una verdadera visión estratégica, reemplazada hoy por los clichés tomados de la política interior francesa.

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