Secuestro de general, revive barbarie del plagio en la selva

Aquellos que lograron salir con vida del cautiverio de los campamentos de las FARC cuentan con lágrimas en los ojos lo que pasaron con la guerrilla.

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Centenares de militares, policías y civiles pasaron seis, ocho, 10 y hasta 12 años secuestrados por las FARC. (Archivo/EFE)
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Agencias
BOGOTÁ, Colombia.- El secuestro del general Rubén Darío Alzate revivió en Colombia la barbarie que vivieron en los campamentos de las FARC en la profundidad de la selva por seis, ocho, 10 y 12 años centenares de militares, policías y civiles.

La piel se vuelve a erizar cuando se regresa al pasado reciente y al testimonio vivo de aquellos que salieron y contaron con lágrimas en sus ojos el drama del secuestro, que es una de las expresiones bárbaras y miserables de la guerra que han vivido por cinco décadas los colombianos.

El secuestro por parte de las FARC del periodista Guillermo La Chiva Cortés, quien murió en abril del 2013, soñando con la paz de Colombia, es uno de los casos patéticos de la degradación de la guerra en Colombia y este reportero tuvo la oportunidad de escuchar su testimonio como el de otros ex rehenes de las FARC, según publica Notimex.

Fueron 205 días en los que este anciano de lentes cafés y ojos claros, nunca renunció a salir con vida de las montañas.

“De aquí voy a salir (...) de aquí voy a salir”, se decía a sí mismo, aunque la muerte estuviera en acecho, como el día en que una mula cargada de víveres de los guerrilleros que lo tenían secuestrado, fue arrastrada por los feroces torbellinos de las aguas de un río y él -que iba atrás en otro animal- solo alcanzó a frenar la bestia, a abrir los ojos y decir estupefacto: ¡Dios mío!, señaló.

El momento cuando los jefes de la compañía guerrillera, lo subieron a un cerrito, le pusieron las esposas, lo colgaron de un árbol, decapitaron un pollo para luego rociar salvajemente su cuerpo con la sangre del animal y cuando vio que entre carcajadas le tomaban fotos, comprendió que la escena de horror era para iniciar la fase del chantaje a la familia.

La dirigente política, Consuelo González de Perdomo, pasó seis años, tres meses y 10 días secuestrada en las selvas del sur de Colombia

La muerte también estuvo cerca, el día que el comando élite antisecuestro llegó al campamento y en un ataque sorpresivo logra rescatar a cinco de los seis secuestrados que tenían en el lugar las FARC.

Gracias a la divina providencia -como diría La Chiva Cortés- el guerrillero que tenía la orden de disparar contra el abuelo en caso de rescate, se arrepintió o no tuvo tiempo de accionar el gatillo y meses después le envió la bala que estaba destinada para matarlo.

Gracias a esa bala, que se quedó en la boca del fusil y al comando élite que lo rescató, es que La Chiva Cortés, siempre dijo: “Libertad es el bien más preciado del hombre y no la sabemos valorar. Es más que la riqueza, más que la salud, más que todo. La libertad es la dignidad humana”.

La imagen en cautiverio de Ingrid Betancourt, conocida por el mundo en octubre del 2007, fue todo un mensaje de barbarie, tragedia, muerte, degradación, brutalidad y desesperanza.

La otrora altiva y beligerante dirigente política, la ambientalista, la vio el mundo en unas fotografías, sentada en un banco de madera en las profundidades de la selva colombiana, con una mirada perdida, clavada al piso, pálida, famélica, encadenada y silenciosa.

El rosario que nunca le faltó en una de sus muñecas, que para su familia era algo así como su única compañía bajo la espesura de la selva, mostraba que Ingrid, a pesar de su desesperanza, estaba aferrada a la vida y esa fortaleza le permitió seguir de pie hasta que el Ejército la rescató en la operación Jaque, en el 2008, después de permanecer en cautiverio desde febrero del 2002.

El otro testimonio desgarrador, fue la carta que escribió en cautiverio el general de la Policía de Colombia, Luis Mendieta, quien estuvo 12 años en poder de las FARC.

“He tenido que hacer las necesidades en la olla donde recibo los alimentos (…) He tenido que arrastrarme en el barro para hacer mis necesidades fisiológicas, con la cadena y el candado atados al cuello.

A los días se inició una larga travesía por la selva debido a los problemas de orden público; fuimos de nuevo encadenados, separados en grupos pequeños.

A medida que pasaban los días y el viaje inclemente a pie, algunos fuimos enfermando. Así ocurrió con Ingrid, Malagón, Guevara y yo. Nos transportaban en hamacas, las cuales estaban atadas a un palo que hacía las veces de camilla”, relató.

La dirigente política, Consuelo González de Perdomo, quien fue rehén de las FARC y liberada en el 2008 también relató con el alma su drama de seis años, tres meses y 10 días de secuestro en las selvas del sur de Colombia.

González Perdomo, al recordar el espacio donde estuvo encarcelada lo describió así: “un campamento donde era muy reducido su área (...) El piso era de tabla, tuvimos que contar cuantas tablas conformaban ese piso y dividirlo por el número de secuestrados para definir cuantas tablas deberíamos ocupar cada uno para poder dormir.

Finalmente nos tocó a cada uno tabla y media a cada secuestrado y éramos 32 en ese momento”.

Para Yolanda Pinto de Gaviria, una mujer que vivió el drama del secuestro en su máxima expresión, porque su esposo fue fusilado por las FARC en cautiverio, “la vida es la que vale (…) de nada vale un cadáver libre como me lo entregaron a mí”.

“Mientras haya vida hay esperanza”, dijo la esposa del entonces gobernador del departamento de Antioquia, Guillermo Gaviria, secuestrado junto con su asesor de paz, el ex ministro de Defensa Gilberto Echeverri, el 21 de abril de 2002, en las escarpadas montañas de noroccidente, cuando presidía una marcha por la no violencia.

Un año después Gaviria, junto a su asesor de paz y ocho militares más en poder de las FARC desde 1997, fueron fusilados cuando los rebeldes advirtieron un operativo militar de rescate de los rehenes.

Estas historias escalofriantes vuelven al imaginario de la sociedad colombiana, con el secuestro del general Alzate y sus acompañantes, y es por estas razones que la Defensoría del Pueblo hizo una llamado a las partes para que suscriban un mínimo acuerdo humanitario.

“Exigimos a las partes que tan pronto se restablezcan las conversaciones, pacten de manera urgente un acuerdo humanitario mínimo que permita dejar por fuera de las hostilidades a la población civil”, señaló la Defensoría del Pueblo.

El acuerdo humanitario debe proscribir “ciertos actos, que como los ocurridos en estos últimos días, degradan la confrontación, generan desconfianza y ponen en peligro el proceso de paz”.

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