Ayotzinapa y la renuncia a la justicia

A partir de ahí la extensión del delirio con el que se pretende construir en el imaginario social que México no ha avanzado absolutamente nada en democracia.

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La hipótesis de la PGR sobre el caso Ayotzinapa al parecer se fortalece a la luz de la declaración de un jefe de sicarios de la banda Guerreros Unidos, Felipe Rodríguez Sagado, alias El Cepillo o El Terco, quien confesó que las policías de Iguala y de Cocula le entregaron a los normalistas, que al menos 25 estaban muertos “por asfixia” y qué él mismo habría asesinado a “unos 15”.

El 9 de noviembre de 2014, en este espacio se criticó la premura de la Procuraduría General de la República en determinar la muerte de los 43 estudiantes de Ayotzinapa con el fin de dar carpetazo al caso y detener la avalancha mediática que cayó encima del gobierno de Enrique Peña Nieto por el caso.

Sin embargo, ahora lo que se ve es en realidad que, sin importar la justicia para las víctimas o los datos objetivos del caso, ante la acción del gobierno los grupos ultras con presuntas ligas con movimientos guerrilleros como el Ejército Popular Revolucionario harán todo por prolongar la crisis mediática para influir en la elecciones para gobernador en Guerrero y las federales para renovar la Cámara de Diputados en una estrategia de “agudización de las contradicciones” políticas y sociales en el estado y el país.

De otra forma no se entiende el papel de Felipe de la Cruz, vocero de los familiares de los estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa, quien tras conocer las declaraciones de El Cepillo asegura tajante: “Para nosotros es como un teatro (...), hay la sospecha para nosotros, la duda siempre va a existir, porque hay cosas que no coinciden”. Y sanseacabó.

A partir de ahí la extensión del delirio con el que se pretende construir en el imaginario social que México no ha avanzado absolutamente nada en materia democrática y que las condiciones son las mismas que hace cuatro décadas cuando se alzaron los grupos guerrilleros tras la represión de 1968 y 1971, visión a la que abonan medios y periodistas supuestamente objetivos e independientes que han llegado hasta afirmar, que no probar, que hay hornos crematorios en los campos militares.

Al final para ellos todo será ganancia, seguirán tensando para provocar represión o que se declare ingobernable Guerrero ante un eventual fracaso de las elecciones. Esto, a partir de que su objetivo es destruir el actual sistema político y social para construir “un nuevo país, un nuevo gobierno, una nueva sociedad”, aunque, por desgracia, a partir de un modelo que demostró que era obsoleto y vio su derrumbe cuando cayeron las losas del muro de Berlín en 1989.

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