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El hoy gobernador de Michoacán, Fausto Vallejo, es una rara avis entre los priistas y el resto de los políticos de todos colores y sabores. Es un gobernante que ha pasado en su trayectoria, como legislador y en sus cuatro veces como alcalde de Morelia, sin acusación alguna de irregularidades, abusos, desvíos o malversaciones.

Es un hombre viejo de edad y joven de ideas que, por ejemplo, en 1994 lanzó --con el patrocinio del ayuntamiento que entonces presidía-- un programa de radio exclusivo para la mujer y que cree, sin duda, en la tolerancia ante las distintas preferencias sexuales en medio de una sociedad conservadora como la moreliana.

Fausto Vallejo se hizo gobernador a pulso, a pesar de competir contra la hermana del presidente Felipe Calderón, teniendo como contexto la catastrófica administración de Leonel Godoy y el repudio de los michoacanos a todo lo que oliera a perredismo.

La primera infamia que Vallejo tuvo que enfrentar vino, precisamente, de su contrincante del Partido Acción Nacional, Luisa María Calderón, quien compitió con todo el apoyo federal tras de sí. La hermana del presidente de la República fue la encargada de lanzar la primera bomba de lodo tras el sorpresivo triunfo de Fausto, al afirmar que el narco y el crimen organizado estuvieron tras la victoria del candidato del PRI.

Tras sortear el vendaval poselectoral, el nuevo mandatario michoacano se encontró con la realidad de un gobierno endeudado, y con las arcas vacías gracias a la herencia de la saliente administración de Godoy y el Partido de la Revolución Democrática.

Desde que denunció el estado catastrófico en que recibió Michoacán, a Vallejo se le han multiplicado conflictos que mucho tienen de artificiales o provocados; como los de la Universidad Nicolaíta, la Nueva Jerusalén y los normalistas, que aprovecharon la temporada del Festival Internacional de Cine de Morelia para bloquear las calles del centro de la capital michoacana.

Por lo que se ve, así tendrá que transitar Fausto Vallejo: desactivando problemas sembrados y haciendo malabares financieros. Mala cosa para el estado del presidente saliente, que a estas alturas debería estar en bonanza en lugar de en un estado de crisis intermitente.

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