Guerrero ayer y hoy. La política

Hay mucha sociedad organizada en Guerrero: sindicatos, agrupaciones indígenas y campesinas, autodefensas, policías comunitarias, grupos políticos extremistas, normalistas, guerrilleros. Un coctel explosivo pero no fatal.

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Guerrero es un estado turbulento. En su territorio, dice Javier Tello, no se ha dado ninguno de los supuestos que, según  Steven Pinker, hacen que la humanidad pase de una mayor a una menor violencia.

Pinker es autor de uno de los grandes libros sobre la capacidad de las sociedades de reducir su violencia: The Better Angels of our Nature. Why Violence has declined? 

La reducción de la violencia en la historia responde según Pinker a tres procesos: 1. La aparición del Estado y la monopolización de la violencia, 2. La consolidación del Estado, la doma de los caciques locales y la expansión del comercio, 3. La revolución humanitaria: el rechazo cultural de la violencia, primero en general, luego en defensa de los grupos más vulnerables: mujeres, niños, viejos, minusválidos.

No se cumplen estos criterios en todo el mundo civilizado. Menos aún en todo México. Mucho en Guerrero o en la Tierra Caliente que le sigue, una de las geografías históricas indomadas del país, junto con el triángulo dorado de Durango, Chihuahua y Sinaloa.

En el estado de Guerrero hay sin embargo espacio para la política: espacio para que la discordia no termine en remolinos de violencia, ni revolucionaria ni oficial. 

A querer o no, el territorio guerrerense ha visto crecer en estas décadas una, densa, fragmentaria,  incluso ilegal, pero efectiva organización de la sociedad.

Hay mucha sociedad organizada en Guerrero: sindicatos, agrupaciones indígenas y campesinas, autodefensas, policías comunitarias, grupos políticos extremistas, normalistas, guerrilleros. Un coctel explosivo pero no fatal.

Donde hay organización hay liderato. Y donde hay liderato hay espacio para la negociación política.  Lo cierto es que a ninguno de los grupos organizados de Guerrero, ni al gobierno, le conviene una explosión de violencia revolucionaria que termine en una desaparición de poderes, una ocupación militar o una nueva guerra sucia.

Por eso nadie dispara. Todos provocan, pero nadie dispara. Por eso los ciudadanos formados para recoger su credencial de elector expulsan del recinto a los activistas del magisterio que quieren impedir las elecciones.

La sociedad organizada de Guerrero quiere soluciones, no disparos. Y la desorganizada parece preferir también las elecciones a las balas.

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