El hombre es la medida de todas las cosas, de las que son en cuanto que son, de las que no son en cuanto no son.- Protágoras de Abdera

A lo largo de la historia del hombre, éste ha sido percibido de diferentes maneras, atendiendo a varios aspectos de su quehacer o por sus características antropológicas. Cuando se relaciona al hombre por su origen primitivo-evolutivo y dejamos atrás al antiguo homo erectus, es cuando nos referimos al homo sapiens.

En este hombre primario se hacía referencia al ser humano capaz de tener ideas prefabricadas en su conciencia, de levantar su inteligencia del suelo, a un ser capaz incluso de reflexionar sobre los astros, poniendo en duda hasta su propia existencia. En cambio, si se refiere a un ser involucrado y preso de los aspectos económicos o de bienestar máximo con el mínimo de esfuerzos, estamos ante el homo oeconomicus (Jhon Stuart Mill).

También al ser humano se le ha percibido como el homo faber, es decir, un sujeto capaz de transformar las cosas hasta crear o fabricar instrumentos que le sirven para generar condiciones de vida más placenteras. A idea de Sartori, en los últimos años ha aparecido el homo videns, un sujeto contemporáneo capaz de videograbar con “aparatos modernos” todos los aspectos de su vida pública y privada, de tener actualmente sociedades teledirigidas e influenciadas mediáticamente.

Si somos lo que hacemos, pues, entonces, ¡ya valimos!, en la actualidad el que no está en línea o red prácticamente no existe.

Es imposible vivir en la “onda social”, fuera del Facebook, del Twitter o del Whatsapp. Es ser casi un analfabeto funcional. El hombre que navega por el ciberespacio y congenia con la tecnología, es un homo informaticus. 

¿Quedarse sin Facebook un fin de semana? 

Ni pensarlo.

¡Qué horror!