Policía espió por 3 meses a suegro de 'El Chapo'

Reconstruyen la aprehensión de Inés Coronel Barreras, ocurrida el pasado martes.

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El presunto narcotraficante, a su arribo a la Ciudad de México. (Milenio)
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Ignacio Alzaga/Milenio
MÉXICO, D.F.-  Incrédulo, Inés Coronel Barreras no dejaba de maldecir: “¡Chi ... ma... !”, luego de ser capturado junto con su hijo por Fuerzas Especiales de la Policía Federal.

Con el poder que le otorgaba ser suegro del narcotraficante “más peligroso del mundo”, estaba confiado, seguro de que no lo iban a atrapar… ni sus escoltas alcanzaron a cargar las armas para evitar el arresto.

Vivía del narco y actuaba como narco, no sabía hacer otra cosa. “Aun con su estatus dentro la estructura del crimen organizado, prefería seguir traficando mariguana, que enviaba a Arizona hasta con burreros, y le gustaba supervisar personalmente el envío de cargamentos”, dicen a Milenio funcionarios del gabinete de seguridad nacional.

A la captura del padre de Emma Coronel, tercera esposa de Joaquín El Chapo Guzmán, antecedieron tres meses de trabajo de inteligencia del Cisen y la Secretaría de la Defensa Nacional, que cerró la pinza con informes de Marina, PGR y Policía Federal, lo que permitió ubicarlo un día antes de su arresto.

Fue un cuerpo de élite de la Policía Federal la que logró sorprenderlo en Agua Prieta, Sonora, en “flagrancia”, junto con su hijo y tres sujetos que fungían de escoltas, cuando preparaban un cargamento de mariguana para enviarlo a Estados Unidos.

De acuerdo con un parte informativo de las autoridades federales, la noche del pasado lunes se logró conocer la ubicación exacta de Inés Coronel Barreras, después del cruce de informes de inteligencia que generaron las instituciones de seguridad nacional desde la última semana de enero de 2013.

Autoridades de la Policía Federal enviaron un cuerpo de élite a la zona residencial donde, a bordo de dos camionetas de lujo, llegaron el sospechoso, su hijo Inés Omar Coronel Aispuro y los supuestos escoltas Juan Elías Ruiz Beltrán, José Heriberto Beltrán Cárdenas y Reynaldo Ríos Morales.

La noche del 29 de abril los federales confirmaron la identidad del suegro de El Chapo, quien llegó a la casa de seguridad que utilizaba y a la bodega donde almacenaba mariguana, donde pernoctó con sus acompañantes.

Los agentes esperaron al día siguiente para detenerlos. A las siete de la mañana del martes los elementos observaron movimientos en la bodega. Era parte de los preparativos de un cargamento que sería enviado a Estados Unidos. Entonces se dio la orden de arrestarlos. Ni Inés Coronel Barreras ni sus escoltas lograron reaccionar. Es más, los sicarios ni siquiera lograron abastecer sus armas.

El único que intentó escapar fue Inés Omar Coronel, quien logró saltar una reja, pero fue capturado por los federales. Se les decomisaron armas de fuego y 255 kilos de droga.

“Únicamente era cuestión de voluntad, de ganas de querer atraparlo, de hacer labor de inteligencia (sic)”, comenta un mando de la Policía Federal.

—¿Por qué un narcotraficante de esa jerarquía no tenía más seguridad para oponer resistencia?

—Resistencia claro que hubiera habido, pero aquí la diferencia entre una balacera, entre la vida y la muerte, es el trabajo coordinado, basado en inteligencia. Estaban acostumbrados a la impunidad. 

La incredulidad de Inés Coronel Barreras pasó al “encabronamiento”. “¡Ching... madre… Pu... madre!”, decía, sin insultar ni amenazar a sus captores. No dejaba de mover la cabeza de un lado a otro, de apretar los dientes para que no escaparan otras maldiciones.

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