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La única diferencia
entre demócratas y republicanos
es la Casa Blanca.

Florestán

Dicen las leyendas urbanas que a México siempre le ha ido mejor con un presidente republicano de Estados Unidos que con un demócrata, aunque la realidad documente lo contrario, como es el caso de Bill Clinton.

Carlos Salinas (1988-1994) estableció una extraordinaria relación personal con George H. Bush, elegido presidente en 1988. Con él comenzó a construir el Tratado de Libre Comercio y apostó a favor de su reelección, que al arrancar las campañas de 1993 todo indicaba que repetiría. Su opositor era un ex gobernador de Arkansas poco conocido, al que llevaba más de 20 puntos de ventaja.

La prioridad de Salinas era sacar adelante el TLC y se la jugó con su socio; Bush, que fue derrotado por aquel joven demócrata en las elecciones de noviembre de 1993, hace 19 años.

Ante esto, Salinas relevó al embajador Gustavo Petricioli, también amigo de Bush padre, para mandar una señal al nuevo presidente demócrata que, a pesar de encontrar un proyecto republicano, el TLC, lo empujó y reforzó.

A principios de 1995, ya con Ernesto Zedillo en la Presidencia de la República, la relación de Salinas en crisis y la del país en shock, hundido en la peor crisis económica de que haya registro, Clinton fue esencial para que México la superara.

Hoy, como en todas elecciones, es un martes decisivo para Estados Unidos: repite el primer presidente negro, el demócrata Barak Obama, o llega a la Casa Blanca un candidato del peor fundamentalismo republicano de la derecha extrema e ignorante, Mitt Romney.

Lo sabremos por la noche.

Para México, una de las ventajas en esta elección en Estados Unidos es que ni el presidente saliente ni el entrante jugaron carta ni tomaron partido.

El que gane aquí podrá establecer una buena relación con Enrique Peña Nieto, porque no hay agravios políticos.

Pero, finalmente, de quien depende en gran parte el perfil y tono del trato bilateral es del presidente de México.

RETALES

1. VISORES. Están en Washington como observadores de la elección presidencial cuatro consejeros del IFE, encabezados por su presidente, Leonardo Valdés Zurita: María Marván, Benito Nacif y Francisco Guerrero;

2. MAESTRO. Un acierto la entrega de la medalla Belisario Domínguez, post mórtem, al maestro Ernesto de la Peña. Además de reconocer al hombre extraordinario, el Senado libera las diferencias e intereses partidistas, superados por la personalidad del inolvidable Ernesto; y

3. EMBAJADA. La embajada de México aquí en Washington es la de más peso y exigencia, cargo en el que no caben los improvisados, como ya pasó alguna vez. Arturo Sharukán es el primer embajador mexicano, aquí, de seis años completos.

Nos vemos mañana, pero en privado

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