INTERNACIONAL.- Nos urge abandonar el planeta es una de las últimas advertencias que hizo el físico Stephen Hawking antes de morir. Alarma exagerada sólo en parte, lo suficiente para ser titular de periódicos y llamar la atención sobre la realidad del calentamiento global.
El genio científico sabía dar un propósito constructivo a su fama y saber administrarla es una de las razones por las que la adquirió. Como genios científicos Albert Einstein y Stephen Hawking son los primeros mencionados, los dos en física, el segundo ampliando el trabajo del primero, ambos tratando de dilucidar cómo funciona el universo y de dónde venimos.
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Ambos también fueron figuras públicas en vida, gracias a sus logros científicos y en el caso de Hawking también por sobreponerse a su discapacidad, lo que se cree que ayudó a crear sus teorías. Conforme avanzaba su parálisis el científico perdió la capacidad de escribir y, por tanto, de realizar los cálculos matemáticos con que los físicos teóricos prueban sus ideas -Para ellos el poder expresar matemáticamente un fenómeno es la diferencia entre la ciencia y la filosofía.
Las ecuaciones también les ayudan a ordenar sus pensamientos, manteniéndolos dentro de un esquema y eso es a lo que Hawking perdió acceso a fines de los sesenta. Terriblemente independiente, Hawking no aceptó ayuda, como un secretario que escribiera las ecuaciones que dictara -entonces aún podía hablar-. Para sustituir a las ecuaciones Hawking desarrolló métodos visuales compensatorios como concebir las ecuaciones en términos geométricos.
El físico Werner Israel comparó ése logro a cuando Mozart componía una sinfonía completa en su cabeza. Hawking estaba convencido de que debía ser un científico primero y un divulgador científico después, de hecho escribe “Breve historia del tiempo” cuando su parálisis está tan avanzada que pone en riesgo su trabajo y el futuro de sus tres hijos. Eso lo distinguió de notables divulgadores como Isaac Asimov y Carl Sagan, muy prolíficos pero de pocos logros científicos.
Aunque respetado en el mundo científico, Hawking fue contemporáneo de científicos con logros tan valiosos como los suyos pero sin reconocimiento popular. Richard Feynman (Mecánica cuántica y dinámica de fluídos), Paul Dirac (Mecánica cuántica) y Murray Gell-Mann (teoría de partículas elementales) son algunos, todos ellos ganadores del Nobel. Hawking ha muerto, ¿Quién es el nuevo rey? Si existiera un nuevo Stephen Hawking no tendriamos que preguntar, pues ya sería una figura conocida, además de exitoso científico. Y entre cientos de grandes científicos, pocos son populares.
Un ejemplo es Alexander Polyakov que recibió en 2013 el premio de física fundamental y sus investigaciones en la teoría de las cuerdas y del campo cuántico, pero es un desconocido fuera de su campo. Un ganador del Nobel de química, Robert Huber, es otro de los científicos actuales más distinguidos. Gracias a su trabajo se conoce mejor cómo funciona la fotosíntesis.
El biólogo molecular Phillip Allen Sharp descubrió con Richard J. Roberts cómo cortar el Acido Ribonucléico y que había secuencias “innecesarias” en el ADN, a las que llamó intrones. Recibieron el Nobel de medicina en 1993. Por fundar la química moderna de superficies, que explica cómo las células de combustible producen energía sin contaminar, cómo los convertidores catalíticos funcionan e incluso cómo se oxida el hierro, es que Gerhard Ertl es otro de los grandes científicos vivos.
El premio Nobel es el faro gracias al cual vemos el trabajo de muchos científicos, aunque para alcanzarlo dependen de grupos que promueven su causa frente a la Academia de Ciencias Sueca. Hawking nunca ganó el Nobel porque -como él mismo reconocía- su principal contribución científica, la predicción de que los Agujeros Negros emiten radiación, aún no puede probarse. En conclusión, Stephen Hawking es y seguirá siendo irreemplazable.