Aterradora sombra fantasmal de un abuelo

Molesto porque colocaron un cartel 'satánico' en el sitio donde estuvo su altar, un espíritu comenzó a espantar a los 'profanadores'.

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Un poster del grupo de rock Def Leppard, como éste, fue el que propició el 'enojo' del abuelo. (Jorge Moreno/SIPSE)
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Jorge Moreno/SIPSE
MÉRIDA, Yuc.- En ediciones anteriores de la sección de “Municipio Enigmático” hemos hablado de casos del Centro Histórico y del oriente de la ciudad de Mérida; presento un caso que investigué en el norte de la capital yucateca.

El año pasado se comunicó conmigo una persona que prefiere permanecer en el anonimato; es una joven de 21 años y asegura que “sombras extrañas” habitan en su domicilio desde el 2009.

Cuando acudí a su casa, ubicada al norte de la ciudad, me explicó con lujo de detalle las situaciones paranormales que aseguraba ocurrían, principalmente a partir de las cinco de la tarde y hasta casi la medianoche (nunca antes o después de esa hora); sin embargo, para mi sorpresa, cuando realizamos un recorrido por la casa para que me mostrara los lugares exactos de donde procedían las sombras y checar si no había una explicación lógica, sentí un fuerte rasguño en mi brazo derecho… 

Era mi entrevistada, quien casi pálida de miedo se aferró a mi brazo, sus largas uñas hicieron el resto; sus ojos estaban casi desorbitados viendo fijamente hacia el pasillo que daba a la cocina, mientras que, casi al mismo tiempo, con su otra mano me apuntaba hacia una sombra “extraña”.

Yo también lo vi. Era una sombra de aproximadamente un metro con ochenta centímetros, similar a la silueta de una persona flaca, muy posiblemente –debido a su complexión- de sexo masculino, que parecía caminar en cámara lenta, pues su proyección en la pared pareció durar una eternidad, hasta desaparecer lentamente ¡hacia arriba de la habitación!

Por más que traté de buscar una explicación lógica, no la había: no había nadie más en la casa (y aunque lo hubiera, por la forma y tamaño de la sombra, tendría que haber estado junto a mis narices para que se proyectara de esa forma), no había ningún televisor, proyector de diapositivas (o video), cañón seguidor, lámpara, ni nada que pudiera dar una respuesta “normal” a lo que vimos.

Chequé la pared donde se proyectó la sombra. No tenía algún revestimiento, ni nada por el estilo. La pared era de bloques normales, con revocado y pintura, y aunque era imposible que algo se transparentara desde el otro lado del muro (era un cuarto habilitado como biblioteca), entré ahí y toqué concienzudamente cada centímetro de la misma.

¿A derrumbar paredes?

Era tal el interés de la joven por descubrir lo que ahí pasaba que, incluso, me ofreció un pico y un rotomartillo por si quería romper la pared para buscar la sombra fantasmal.

“No es necesario”, le dije con cierta duda, pues tan sólo con imaginarme a sus papás regresar a la casa y ver su pared destrozada por mi culpa, fue motivo más que suficiente para descartar esa idea.

Transcurrió una hora más y no descubrí una explicación lógica; aún recuerdo la cara de angustia de la joven cuando le dije que ya me iba. Angustia, porque ella sabía que al momento de irme, muy probablemente la sombra continuaría manifestándose y la sola idea la tenía aterrada.

Unos meses después, regresé a esta casa, la sombra se continuaba manifestando, pero la joven ya no vivía en ese lugar. Me había llamado para informarme que sus papás la estaban dando en renta, pero nadie se quedaba más de una semana porque veían la sombra.

Luego de mes y medio de investigación, descubrí que esa casa perteneció a conocida familia meridana casi 20 años antes, y que las cenizas del abuelo estaban en una pequeña urna, sobre una mesa que por años estuvo en la pared de la biblioteca, es decir ¡en el mismo lugar en donde vimos la sombra! 

Averigüé que cuando esa familia decidió irse y vender la casa, sin más agarró la urna, quitó los cuadros religiosos del pequeño altar que ahí había y se fueron. Lógicamente, cuando los papás de la joven compraron la casa no imaginaron que allí hubo un altar y el hermano menor decidió que un poster de “Def Leppard” (de aspecto satánico) se vería mejor en ese pasillo, lo que muy posiblemente “molestó” al abuelo.

Sugerí que se pusiera un nuevo altar donde había estado el original y que se hiciera un rosario. A partir de ese momento, la sombra dejó de manifestarse para siempre, o al menos, hasta la fecha no ha vuelto a aparecerse.

Durante la investigación, entrevisté a una señora que era pariente del abuelo y entre plática y plática tocamos el tema de la música y me dijo que la canción favorita del difunto había sido "Sombras nada más”, vaya ironía.

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