Los mayas bebían "agua de muerto" en ritual conocido como Bó Kebán

Quedan algunos testimonios de personas que presenciaron esta práctica

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Como parte del Bó-Kebán se lavaba a los difuntos y con esa agua se hacían alimentos o bebidas como el atole. (Foto: contexto Internet)
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Novedades Yucatán/MÉRIDA
En Yucatán los mayas realizaban un ritual mortuorio que al parecer ya desapareció, pero en el cual participaron personas que han dado testimonio de su existencia, llamado Bó-Kebán.

En este antiguo ritual maya se lavaba a los difuntos y con esa agua se hacían alimentos o bebidas como el atole, que eran servidos a las personas que acudían al funeral.

Según el especialista en patrimonio funerario, Limbergh Herrera Balam, esta práctica persiste todavía en algunas comunidades.

Entrevistado por Notimex, indicó que al ritual se le conoce como “lavado del muerto” o “purificación de los pecados”, ya que se creía que al comerse los alimentos hechos con el agua con la que se lavó el cadáver, se purifican los pecados de los difuntos.

“Aunque hay quienes niegan que esa práctica (el Bó-Kebán) haya existido, también se han recopilado testimonios de personas que dicen haber participado en ese ritual y de relatos recientes relacionados con esa tradición en las comunidades mayas”, explicó.

Detalló que para las comunidades mayas la muerte ha sido y sigue siendo un asunto de gran solemnidad y respeto, un momento igual de especial o trascendente que el nacimiento.

Testimonio

El investigador Sergio Grosjean compartió con Sipse Noticias el relato escrito por Felipe Pérez Alcalá, en 1914, que da testimonio del Bó Kebán en el libro "Cosas de antaño", que hace referencia a un hecho verídico sucedido en agosto de 1876. 

De acuerdo al escrito de don Felipe, hace alrededor de 100 años un cazador pasaba una temporada en el campo y, cierto día, se internó en el monte y luego de caminar distraído por un rato se perdió.

Pasadas las horas, percibió varios penachos de humo que surgían de encima de algunas casas de paja y, llegando a ellas, reconoció un paraje poblado de indios libres.

De repente, escuchó el rumor sordo y monótono que salía de una de ellas; allí se rezaba. Se acercó y salió de aquella casa el indio propietario de ella que resultó ser su gran amigo, quien lo invitó a pasar, por lo que encantado, aceptó.

Cuando entraron a la choza, sobre el altar y ante la cruz, vio seis u ocho platos de relleno negro de pavo con su dotación de tortillas de maíz y otras tantas jícaras de atole.

 

Cuando entraron a la choza, sobre el altar y ante la cruz, vio seis u ocho platos de relleno negro. (Foto: contexto Internet)

 

Dada el hambre que tenía atacó a la incitante comida y tomó la jícara de atole endulzado con miel.

En seguida, se levantó y decidió retirarse por lo que su anfitrión se despidió de la siguiente manera: 

-Muchas gracias, señor, agradecemos a usted su bondad y el difunto le bendecirá.

-¿Qué difunto?, preguntó sorprendido.

-Mi pobre hermano, señor, que murió hace ocho días; este rosario es en sufragio de su alma.

-Les acompaño en el sentimiento de esa muerte que ignoraba, y ¿de qué murió?

-De viruela pero ya estaba seca, cuando le dio el viento de agua, se le encendió la calentura y murió.

-Resignación, amigo, saluda y da el pésame a la viuda de mi parte.

-Pobrecita y cómo va a agradecer a usted el que hubiese contribuido a aligerar el peso de sus pecados al difunto.

-¿Qué dices?

-Sí, señor, esa comida y ese atole.

-¿Qué tienen?-

Es el Bó-Kebán

-Y, ¿qué es eso de Bó-kebán?

-Cuando muere uno de los nuestros, se lava bien su cadáver, el agua del baño se conserva y con ella se hacen la comida y el atole que se reparten en los rosarios que se rezan tres y ocho días después.

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