Por el camino de Tuxtla Gutiérrez a Chiapa de Corzo, hay una construcción antigua llamada Caracol, así nos cuenta Sonia Chávez Nolasco: La gente dice que en este sitio ocurren hechos muy extraños y casi nadie se detiene en el lugar. Para llegar allí, hay que atravesar el frío y oscuro arroyo Nandalumí. Luego un antiguo juego de pelota maya ubicado en el Cerro del Brujo.

A pesar de todo lo que se dice, un hombre llamado Esteban compró un terreno cerca del Caracol. Lo adquirió muy barato porque nadie quería vivir, construir o sembrar por ese rumbo. Allí mismo, Esteban levantó su rancho.

Este señor recuerda que, cuando su hija era pequeña, lo acompañó al campo. Mientras él trabajaba, la menor se entretuvo jugando. De pronto, se escucharon gritos; Esteban corrió hacia su hija y vio dos palomas de gran tamaño que la estaban molestando. Eran blancas y llevaban un listón rojo en el cuello. En cuanto Esteban se acercó, desaparecieron.

Este señor recuerda que su padre le contó un episodio que vivió con un hermano de Esteban. Ellos sembraban maíz cerca del Caracol. Un día, cuando quisieron entrar a la milpa, una fuerza invisible se los impidió. El padre de Esteban, molesto, comenzó a insultar. Tomó un machete y trató de abrirse paso, pero la fuerza citada le arrebató la herramienta y le cortó la mano.

Un tío de Esteban dijo que una noche, cuando regresaba a su casa, se encontró con una enorme serpiente. Se dio cuenta de que era algo sobrenatural; incluso el perro que iba con él huyó de miedo. El hombre también corrió y cuando llegó a su hogar contó lo sucedido. Quienes lo escucharon, le persuadieron para que olvidara todo.

Tiempo después, el mismo tío pasó cerca de una cueva y vio de nuevo a la serpiente. Al ver la descomunal cabeza del animal quedó paralizado por unos instantes. Después huyó. Esteban concluye que el lugar está encantado. Que es mejor mantenerse lejos y que se deben respetar las fuerzas desconocidas de la naturaleza y a los animales sobrenaturales.