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A tres décadas de existencia, el organismo que nació para investigar a las autoridades federales cuando se presentan denuncias por violaciones a los derechos humanos se encuentra desprestigiada, envuelta en la polémica, cuestionada por quien debería darle plena autonomía de gestión y pugnar porque sea una institución sólida, creíble y confiable al ejercer su función de proteger y defender a todos los mexicanos.

Abonaron a ese desprestigio de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) los legisladores morenistas que, haciendo uso de su mayoría aplastante en el Senado, validaron la elección desaseada de Rosario Piedra Ibarra como presidenta, la segunda mujer en dirigirla a partir de hoy (después de la Dra. Mireille Roccatti, de enero de 1997 a noviembre de 1999), y la propia Rosario, afín al partido en el gobierno y quien demasiado pronto exhibió su ignorancia sobre el tema que le ocupará en los próximos cinco años, al desconocer el asesinato de periodistas en esta gestión de la 4T.

Por considerar que la respuesta en forma de pregunta “¿han asesinado a periodistas?” es una violación a los derechos humanos de las familias de los comunicadores ultimados en México, la ONG Periodistas Desplazados de México presentó una queja ante la propia CNDH y en contra de Piedra Ibarra, es decir, su primera tarea será desahogar esta querella en su persona; el surrealismo mexicano.

Fiel a su costumbre de señalar a quienes no están de acuerdo con su forma de gobernar, el presidente dijo que los titulares de la CNDH han estado alejados de sus causas y han “servido al poder en turno”; sin embargo, en una contradicción más, afirmó sentirse “muy satisfecho” de la elección de Rosario Piedra “porque padeció la desaparición de su hermano…”. Como si, por ejemplo, para ser jefe de policía hubiera que pasar por ser víctima de un delito.

Lo más cuestionable y que debe motivar a la reflexión es que, en casi un año del gobierno federal, las instituciones que son (deben ser) contrapeso del poder en una sana democracia han sido debilitadas moral y económicamente, cuando no desmanteladas; señal, dicen los que saben, de que el gobierno quiere organismos a modo para implantar su modelo político-económico, con el que una gran mayoría de mexicanos está en desacuerdo.

Y si bien la CNDH ha sido cuestionada en algunos momentos, también es cierto que en México enfrentamos un entorno crítico por la inseguridad, la falta de aplicación de la ley y el incumplimiento de mecanismos como la Ley General de Víctimas, que ha quedado solo en el papel. Aunado a lo anterior, las recomendaciones son “llamados a misa” porque pocas dependencias las aceptan (del total de 90 emitidas el año pasado, solo una se ha cumplido en su totalidad), a veces con argumentos que descalifican los razonamientos de la comisión, con lo cual contribuyen al descrédito de la misma.

No se vislumbra con Rosario Piedra un golpe de timón en la CNDH, por lo que, como dice el presidente, seguirá siendo un “florero”, no un contrapeso con el que el país pueda avanzar por la ruta de la legalidad y el respeto a la dignidad.

Anexo “1”

Evo el obediente

El ahora ex presidente de Bolivia, Evo Morales, ya estaba debilitado cuando le llegó una estocada que muchos interpretan como definitiva. El comandante de las Fuerzas Armadas, general Williams Kaliman (a quien Evo prodigó prebendas para tenerlo contento) dijo:

"Sugerimos al presidente del Estado que renuncie a su mandato presidencial, permitiendo la pacificación y el mantenimiento de la estabilidad por el bien de nuestra Bolivia". Y de inmediato se comenzó a hablar de la dimisión.

Horas antes, el mandatario se vio obligado a dar la cara tras un informe de la auditoría de la Organización de Estados Americanos de las elecciones del pasado 20 de octubre y que llamaba a que se repitieran los comicios ante las varias irregularidades detectadas.

La sugerencia de los militares se ha interpretado como golpe de Estado, pero fue para evitar ir en contra del pueblo boliviano. ¿No es acaso el mismo argumento que esgrimió el gobierno mexicano cuando se dejó libre a Ovidio Guzmán en Culiacán?

Evo Morales renunció a la presidencia de Bolivia porque el poder le enfermó y quiso perpetuarse, perdiendo así su capital político ganado, no por ser indígena ni por intervención del “imperialismo”.

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