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Viajeros, se han preguntado qué tan dependientes son de la tecnología. ¿Han llegado a pensar si podrían sobrevivir sin ella? Hasta hace unos días yo pensaba que para mis viajes no era necesario depender de un aparato, aunque me gusta documentar lo que vivo, así que siempre tengo que cargar con al menos dos cámaras y mi celular para vivir mis experiencias al máximo. De ello se desprende otra vertiente que tiene que ver con la cuestión tecnológica: estar conectado a internet o mínimo tener señal en los dispositivos móviles para hacer llamadas o enviar algún mensaje.

Les cuento mi experiencia: en verdad pensé nunca sentirme agobiado con una situación así, pero vaya que me afectó y es por eso que decidí escribir sobre ello. La triste historia comienza en un ejido del municipio de Tekax, escondido entre los cerros de la Sultana del Sur: la comunidad de Sakpukenhá; en dicho ejido viven 20 familias, no hay energía eléctrica, aún no llega la telefonía móvil, y menos los servicios de internet. Ahí todos viven del campo, los hombres desde muy temprano se levantan a trabajar la tierra; en esta temporada uno de sus máximos ingresos es la venta del sorgo, que es utilizado mayormente como forraje.

Yo llegué ahí gracias al apoyo de un amigo que nos animó a conocer el lugar; la intención de la visita era documentar cómo viven estas familias de una manera sustentable, pues ahí mismo se produce todo lo que se consume. Las primeras horas fueron increíbles, no tenía señal, no me entraban ni llamadas ni whatsapps ni nada, era un momento de conexión con las familias de la comunidad, dejé el teléfono en el pantalón por mera costumbre. Comimos una rica sopa de paloma, con refresco de limón indio que se agradece. Esa noche dormiría ahí, pues el objetivo era vivir completa la experiencia.

Conforme caía la noche ya extrañaba leer todo lo de mis redes sociales o hacer alguna llamada; la desesperación era grande, sin embargo una rica cena alivió ese pesar, pues me prepararon unos deliciosos buñuelos a la leña acompañados de un café ak, que se hace a base de bejuco y que también es medicinal, imagínense todo eso a la luz de la luna y con trova en vivo.

El despertar fue algo maravilloso, que al menos yo nunca había experimentado: escuchar la melodía de las aves, mirar a los campesinos preparándose para irse al monte, sin duda experiencia única.

Para no hacer largo el cuento, pudo más mi adicción a estar conectado a una red móvil y tuve que prestar una moto para dirigirme al poblado más cercano, ya que ahí me dijeron rentaban internet a través de fichas, pero para ser sincero después de ver todos mis pendientes logré estar un poco más tranquilo.

No cabe duda que las tecnologías tal vez ya nos tienen atrapados y condenados a vivir esclavizados, ya sea por trabajo u ocio, y en contraste a la gente que nunca ha tenido contacto con ellas pareciera que todo lo que yo viví les causara risa.
A viajar se ha dicho, a seguir conociendo lugares, aunque perdamos la señal en el intento.

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