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Bien dicen que viajar te abre la visión y el panorama de nuevas culturas e ideologías, ya que te adentras en ocasiones a un mundo que tal vez solo conocías en libros o programas de televisión, y hago este pequeño contexto, pues sin duda algo que también nutre cada experiencia de viaje son las delicias culinarias de determinadas regiones del orbe; se dice que la comida es la carta de presentación de muchos destinos.

Ahora ¿qué es lo que pasa cuando no cuentas o no tienes las posibilidades de llegar a determinado punto en el globo para probar esos platillos que presumen como parte de su identidad? Pues tenemos que buscar opciones en nuestro mismo lugar de residencia, en donde tal vez logremos encontrar sabores similares a los que nos prometen si estuviéramos en el lugar que siempre soñamos.

Justamente ese dilema es el que me pasó hace una semana, al intentar buscar un sitio en el cual pueda comer verdadera comida japonesa, con esa ideología de compartir y hasta poder tomarme un buen sake. Luego de tanto buscar, encontré un restaurante llamado Tora, ubicado en el corazón de la zona hotelera de Cancún, justo a la orilla de la laguna Nichupté, y lo que verdaderamente me llamó la atención es que su misma filosofía promete un balance entre la comida japonesa tradicional y la creatividad de la cocina contemporánea, incluso combinando una selección de productos gourmet de la más alta calidad para dar vida a este concepto.

Apenas llegas, el ambiente te augura una muy buena velada, pues desde la decoración hasta la atención de cada una las personas que ahí laboran te hacen sentir que estás a punto de vivir una muy grata experiencia.

Probamos varios platillos, que fueron desde el atún y el salmón, hasta una combinación exquisita de arroz, ostras y almejas hechas al momento por un chef traído desde el continente asiático. Según la tradición japonesa, el arraigado respeto a la naturaleza y el gusto exquisito por el minimalismo se reflejan en cada detalle del diseño que incluso se nota en sus creativas presentaciones, que son un verdadero placer visual, y eso es lo que complementa esta experiencia culinaria única.

En lo que respecta a los precios, sí son algo elevados, pero sinceramente conviene mucho más que pagar un vuelo y hospedaje en Japón, solo para ir a disfrutar su deliciosa gastronomía milenaria. Durante la velada, como ya señalé, te encuentras frente a la laguna, el cielo se pinta de colores con un espectáculo de fuegos artificiales, que sin duda da el toque especial a la velada.

Al final de esa aventura, puedo decir que valió la pena, pues como cada viaje representa una experiencia y una de las filosofías de los que se dedican a viajar para documentar todo lo realizado e inspirar a más personas es que debemos atrevernos a hacer lo que queramos, ya que el dinero sí se recupera, pero el tiempo no.

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