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En una ocasión me encontraba en una reunión de trabajo, la persona que exponía el tema miro hacia mí y me preguntó qué era lo que más me gustaba de leer, sin pensarlo mucho le contesté que lo que más me agradaba era cuando me sentía identificada por las palabras de un autor o autora, cuando encontraba en el texto una historia y en mis adentros decía, esto me ha pasado a mí, o esto lo he sentido, o cuando las palabras terminan por explicar una experiencia personal que no había podido aglutinar, dándole entonces un enfoque totalmente distinto a como yo lo creía. Y esto me hace pensar en el poder que tienen, en la huella que dejan en la vida de las personas, en cómo construimos nuestras vidas todos los días a base del lenguaje.

Tras el artículo anterior que publique, una persona me escribió para compartirme que mis palabras le habían llegado, que había tenido un año difícil y que se había identificado con el texto. Yo no sabía si reír, llorar o agradecer. Que un lector se tome el tiempo para escribirte supongo que es uno de los más grandes regalos que un escritor o escritora puede tener. Por mucho, el mensaje de un lector alimenta el alma y el ánimo de continuar escribiendo.

Regresando al impacto que dejan las palabras, en el poder transformador que tienen, en la magia que las envuelve, que con ellas podemos construir historias, artículos, relatos, cuentos y/o sueños, porque necesitamos de ellas para explicar nuestro pasado, presente y futuro. Ya afirmaba Irene Vallejo que “las palabras son un hechizo cargado de futuro”, si bien con ellas podemos construir o destruir.

Las palabras despiertan emociones que nos hacen viajar por el mundo interno descifrando nuestros sentimientos, nos llevan a entender y, sobre todo, a sentir el complejo universo emocional. Merece la pena citar de nuevo a Irene Vallejo cuando dice “a veces encontramos en una página, prodigiosamente transparentes ideas y sentimientos que en nosotros eran confusos, y así el oficio de vivir nos resulta menos caótico. En lo leído está el vocabulario de nuestras propias vidas, todos somos a nuestra manera narradores y necesitamos las palabras apropiadas para contar y contarnos cada día”.

Estamos hechos de historias y palabras, en nosotros anida un vocabulario por descifrar, ordenar, comprender y sobre todo sentir. Creo en el poder de ellas, por eso me he dado la tarea hoy de escribir este texto, de expresar lo que navega en mí desde hace un par de días y, principalmente, de perder el miedo de compartirlo. Para mi entretejer con ellas ha representado entender mi mundo emocional, mental y espiritual, que por más caótico que esté, siempre estará la palabra que me tienda la mano, ya que son capaces de devolvernos el aliento, de darnos vitalidad y esperanza.

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