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Bien dicen que bailando se cura el alma y no lo dudo, ya que el ritmo de una buena melodía puede transformar hasta el corazón más duro o regresar el tiempo un par o muchos años y es que la música tiene esa dicha de capturar momentos, recuerdos, la esencia, pero sobre todo la energía; es un elemento que puede mover multitudes y emociones, justo como lo ha hecho a lo largo de los siglos.

Pero ahora, en estos días navideños algunas personas han buscado un uso diferente al entretenimiento, uno que permite hacer las cosas distintas y que los adultos mayores se activen mientras la pista avanza; ésta es una terapia que una maestra de danza aplica a un grupo de jóvenes de edad acumulada.

Al buscar historias de personas excepcionales, me platicaron de ella, su nombre es Abigail Interián y utiliza la musicoterapia para hacer que se muevan como hace unos años no lo hacían; algunos días a la semana acude a brindar su apoyo a una agrupación en donde se ocupan del cuidado y la terapia de abuelitos mientras la familia trabaja.

En aquella ocasión primero escuché la parte humana, los beneficios, en pocas palabras cómo les había cambiado la vida este tipo de tratamiento innovador, ya que utilizando algo tan sencillo como la música y el baile lograron que personas de cerca o más de cien años puedan cantar y moverse con una alegría que contagia a cualquiera.

Apoyados con pelotas de diferentes tamaños, aros y otros accesorios más realizaban ejercicios que les permitían recuperar la movilidad; la mejoría es diferente, pero el progreso es general, ya que sin saberlo, además de pasar un momento feliz, donde nada importa más que el instante en el que se encuentran, las medicinas, los achaques y todo quedan en segundo plano, porque, mientras se mueven, su cuerpo experimenta un cambio, donde la vitalidad regresa por unos cuantos momentos.

Resulta que Abigail lleva años trabajando de esta forma con adultos mayores, la tarea no ha sido nada sencilla, ya que la paciencia y perseverancia son elementos fundamentales para el éxito de su misión, una que no solo alegra los corazones de los hombres y mujeres que son sus pupilos, sino también de sus familias porque la carga de energía se la llevan a casa y contagian a todos.

Éste no es un proyecto para cualquier persona, solamente para quienes tienen la voluntad inquebrantable.

Sin duda, iniciativas como ésta son las que hay que celebrar, pero sobre todo replicar por todas partes, voltear a ver a quienes emprenden acciones como ésta, que escuchan esas voces que reclaman por un poco de atención; esto hay que hacerlo viral, inundar las redes sociales y las pláticas de barrio, contagiarnos de las cosas bien hechas.

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