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El hombre es. La sombra parece. El hombre pone su honor en el mérito propio y es juez supremo de sí mismo; asciende a la dignidad. La sombra pone el suyo en la estimación ajena y renuncia a juzgarse; desciende a la vanidad.- José Ingenieros, El Hombre Mediocre

Todos en alguna ocasión hemos escuchado la expresión, refiriéndose a alguna persona: “Ese sabe venderse”. A lo que se refiere es a algo muy común en nuestra sociedad actual: la venta del valor o la “aportación” de una persona. En general la expresión suele usarse en términos peyorativos. Es decir, se aplica para quien, no teniendo suficiente preparación o aptitud, da la impresión a los demás de su “enorme” valía. La relación se establece entre la poca aportación o preparación de un individuo y el alto costo que se paga por ella. Es una forma de engaño, e incluso se podría dar el caso de que en ocasiones se traduzca en “saludar con sombrero ajeno”.

No es fácil “saber venderse”. Es también una forma de inteligencia saber hacerlo. Que paguen un alto precio por tan poco valor. “Saber venderse” es casi un “arte” que pocos poseen. No lo sugiero. Porque también reitero es una forma de engaño al comprador. No es un acto muy honesto que digamos. Es un acto utilitario, porque quien domina esa posibilidad tiene ganancias como las planeó.

Se puede dar el caso de personas muy aptas, que por carecer de una buena estrategia para “ofertarse” no logran lo que sí obtienen quienes lo hacen en forma magistral. “Saber venderse” es aparentar saber; jugar a ser útil y apto en algo, pese a no serlo. “Saber venderse” y ser lambiscón son casi sinónimos. Alguien ha afirmado coloquialmente que “saber vivir” es ser servil o lambiscón.

Finalmente, nuestra sociedad actual valora mucho la forma sobre el contenido. El qué dirán sobre lo que se piensa. Los convencionalismos sociales nos abruman. También en la política la forma es fondo. Suele ser más importante la forma que los contenidos. Y eso lo saben perfectamente los que “saben venderse”.

No están reñidas la inteligencia y la verdadera preparación con relaciones de justicia. Lo justo es que se pague bien por alguien que lo vale. Pero pagar por alguien que no lo amerita ese es el dilema. Hay compradores que pagan por lo primero que se les cruza en el camino. Dice la frase popular: “En tierra del ciego, el tuerto es rey”.

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