|
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram

Con la luz de su verbo encendido, José Martí heredó caminos para trazar párrafos de una escritura que plante la elegancia y la certeza del lenguaje en el fondo de la oración, en esa melodía que nace de las frases sonoras o que revienta a la manera de un relámpago, según lo que se nombre y el tono con que se diga. Al respecto, en la Revista Venezolana de 1881, subrayó: “Con las zonas se cambia de atmósfera, y con los asuntos de lenguaje. Que la sencillez sea condición recomendable no quiere decir que se excluya del traje un elegante adorno… no hay por qué invalidar vocablos útiles, ni por qué cejar en la faena de dar palabras nuevas a ideas nuevas”.

Para alcanzar la armonía necesaria entre las tradiciones formales y la búsqueda de expresiones nuevas, como cubierta musical de las ideas, Martí invitaba a explorar la raíz de las palabras, con el propósito de acercarnos a los significados y a la cadencia variada que brindan. En un Cuaderno de apuntes, correspondiente al propio año de 1881, señaló lo siguiente: “No hay como esto de saber de dónde viene cada palabra que se usa, y qué lleva en sí, y a cuánto alcanza; ni hay nada mejor para agrandar y robustecer la mente que el uso esmerado y oportuno del lenguaje. Siente uno, luego de escribir, orgullo de creador…”.

La lectura del apóstol cubano, sin vacilaciones de ningún tipo, siempre puede asumirse como un recorrido por los rincones ilesos del lenguaje, lo que seguramente ayudará en la búsqueda de las libertades que encarna el verbo. Alguna vez el poeta de Nuestra América se preguntó: “¿Quién no sabe que la lengua es jinete del pensamiento y no su caballo?”. En ese sentido, la originalidad de las ideas nos coloca de cara a la clave del ideario martiano relacionado con el lenguaje, a través de la lectura de una carta dirigida a María Mantilla, donde apuntó: “Que el vaso no sea más que la flor”. Tal es el significado del equilibrio de la palabra, de las artes y de la vida, y por eso concluye recordando que “es la palabra águila que no consiente tener plegadas las alas largo tiempo…”. Nada vale tanto como explorar los regazos del verbo, es cosa de amor y disciplina, pero sobre todo deseos de atrapar el arte de la palabra.

Lo más leído

skeleton





skeleton