|
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram

El flamboyán que tiñe de rojo las calles de Mérida, en periodos de floración, es el elemento más socorrido para ilustrar el paisaje yucateco, acompañado de la imprescindible casita de paja y el brocal de pozo bien trazado.

De ninguna manera pueden faltar acuarelas con esa estampa en las tiendas para turistas, y la proyección de este colorido árbol ingresó a cuentos y poemas hasta convertirse en un lugar común de nuestra literatura.

El doctor Eduardo Urzaiz Rodríguez, profundizando sobre este asunto, señaló que “…no ha faltado escritor vernáculo que nos describa el idilio de una princesa maya y un guerrero itzá al pie de un flamboyán florido…”.

Resulta de interés, sin embargo, observar la incorporación del flamboyán a la identidad local, ya que, siendo originario del África Oriental, de donde lo trasladaron los franceses a las Antillas Menores, pasando más tarde a Cuba y de Cuba a Yucatán, deja ver la diversidad de componentes que integra el rostro que identifica a los yucatecos.

Se sabe que los primeros árboles que florecieron en Mérida fueron sembrados por don Manuel Cirerol en 1876, en el rumbo de la hoy colonia Azcorra, con semillas traídas de La Habana por don Félix Martín Espinosa. Desde entonces abundan plantas de esta especie en Mérida y en el interior del estado, y se asegura que hasta bien entrado el siglo XX no existían muchos de estos árboles en otras partes de México.

A partir del último tercio del siglo XIX, con su presencia bien adosada a nuestra cultura y naturaleza, el flamboyán se coronó como el señor del paisaje, proyectando su sombra y belleza en calles, camellones y parques de la capital yucateca.

Al respecto, el doctor Eduardo Urzaiz Rodríguez recogió una interesante anécdota donde cuenta que, al “…contemplar su roja floración destacándose rabiosamente sobre el verde de las frondas, el poeta don Javier Santamaría exclamaba entusiasmado: -¡No cabe duda, Dios es pintor!”.

Hasta la fecha nadie ha desmentido la historia del médico cubano, ni la afirmación del poeta tabasqueño referido. Pero lo que resulta indudable es que en tanto crecen los 10,000 árboles plantados durante la Cruzada Forestal, promovida por el Ayuntamiento de Mérida, con apoyo de agrupaciones civiles, cámaras empresariales y comités vecinales, seguiremos valiéndonos de los árboles africanos naturalizados yucatecos, que obsequian su belleza y espesura sin regateo.

Lo más leído

skeleton





skeleton