Dos hermanos llegaron a Izamal para venerar a la Virgen. Luego fijaron su residencia en Sitilpech y Citilcum; uno en cada pueblo. Negroe y Fernández señalan que el hermano de Sitilpech tuvo que abandonar el pueblo.

Al tercer día de su partida la gente fue a abrir su casa.
Al entrar vieron una imagen de Cristo crucificado, de regular tamaño, labrada impecablemente y de color negro. Sus facciones eran sumamente parecidas a las de aquel humilde indígena.

Se consideró un milagro y la imagen fue llevada a la iglesia de Sitilpech.
Antes de desaparecer este hermano había prevenido que la Virgen de Izamal sería transportada nuevamente a Mérida por circunstancias similares a las anteriores y exhortó a “no abandonar la iglesia”.

Los feligreses acordaron que cada vez que la Virgen se ausentara, se trasladase al Cristo de Sitilpech a Izamal. Desde entonces, cada 18 de octubre esta imagen es llevada a la Ciudad de los Cerros. Se le venera en el altar principal.

Al mismo tiempo en que se daban estos sucesos en Sitilpech, en Citilcum sucedió algo similar con el otro hermano. Éste iba todos los domingos a la iglesia de Tekantó para cumplir con sus deberes religiosos.

Antes de desaparecer del pueblo, solicitó lo mismo que su hermano mayor. Cuando llegó el tercer día, la gente entró a su casa y se encontró con una imagen de Cristo crucificado, muy parecida a la de Sitilpech.

La única diferencia fue que la de Citilcum era unos centímetros más pequeña. Este suceso, al igual que el anterior, fue concebido como milagroso.

Los habitantes de Tekantó, a sabiendas de que el hermano menor acudía a esta parroquia, acordaron que esta segunda imagen de Cristo sea trasladada cada año a Tekantó para homenajearla, tal como sucede en el mes de noviembre.

Se dice que, a veces por la noche, se ve pasar al hermano mayor en l Izamal, rumbo a Citilcum. Asimismo, el hermano menor es visto caminando hacia Sitilpech. Los izamaleños consideran esto como visitas que se hacen entre hermanos.n