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Los muiscas, llamados también chibchas en la época colonial, son un grupo étnico que ocupa la región central de Colombia y tienen una rica tradición oral que ha sido publicada parcialmente por María García Esperón. Uno de los personajes más importantes de la mitología muisca es Bochica.

Antes de que existieran los muiscas como grupo cultural en la región que hoy ocupa Bogotá, vivían grupos de cazadores y recolectores que habitaban las cavernas locales. En ese tiempo llegó Bochica del oriente; era un hombre con el cabello plateado y los ojos azules como el cielo. Vestía una túnica larga anudada sobre el hombro izquierdo y portaba el bastón del caminante. Se compadeció por el precario modo de vida de los humanos. Les enseñó a cultivar la tierra, hacer tejidos y modelar la arcilla. Les instruyó para que construyeran sus casas y cocinaran sus alimentos. Pero primero les enseñó un dialecto para poder entender todo lo que él iba a enseñar. Este fue el origen de los muiscas. Pasó por otros pueblos y en cada uno dejaba su legado cultural. Un día se fue por donde vino, por el oriente, y desapareció.

Al paso de muchos años los muiscas relegaron las enseñanzas de Bochica y ofendieron al dios Chibchachum, quien era el protector de la tierra y el guardián de las aguas. Se dice que le faltaron al respeto al ensuciarle el rostro. Éste reaccionó encolerizado y con su poder derramó el agua de los ríos sobre la región muisca. Muchos indígenas y animales se ahogaron, la desolación se apoderó de los habitantes y los sabios recordaron a Bochica. Rogaron a su antiguo civilizador que calmara la ira de Chibchachum y pidieron perdón por haber descuidado sus enseñanzas.

Al oír los lamentos, Chibchachum aumentó su ofensiva. Estaba decidido a acabar con los muiscas. Pero Bochica escuchó las voces desesperadas de los indígenas y volvió desde su retiro misterioso. Convocó a los caciques del pueblo para que lo acompañaran a la región de Taquendama. Ellos emprendieron el camino y la demás gente siguió a sus gobernantes.

De pronto, se formó un arcoíris y ante el asombro de los muiscas, Bochica se elevó por los siete colores como si éstos fueran un camino. Se detuvo frente a las rocas de un alto promontorio y las golpeó con su bastón de caminante. Todas las aguas enviadas por Chibchachum se concentraron en ese lugar y se formó la espectacular cascada hoy conocida como El Salto del Taquendama.

Bochica consideró que Chibchachum había reaccionado exageradamente ante los humanos y como castigo a sus acciones determinó que debía de sostener sobre sus espaldas el cielo. Por eso, cada vez que hay un sismo en la tierra, se dice que Chibchachum, ya cansado, sacude sus hombros para liberarse por unos segundos del peso del firmamento.

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