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Los habitantes de la etnia muisca de los poblados cercanos al inmenso terreno polvoriento de Boyacá, Colombia, siempre habían vivido entre preocupaciones. El motivo eran las continuas sequías que les causaban sed y les producían enfermedades, según nos informa María García Esperón, estudiosa de la mitología muisca.

Además, todas las noches bajaba del cielo una bola de fuego y se estrellaba en una cueva que se había formado bajo el árido terreno. Después se escuchaban unos ruidos terroríficos y se estremecía la tierra. Los muiscas decían que era Busiraco, el monstruo maligno que se alimentaba de fuego, disipaba las nubes y alejaba las lluvias.

Las personas que accidental o intencionalmente vieron a Busiraco perdieron la razón. La bestia fue descrita como un dragón o serpiente enorme. También se decía que acabaría con la humanidad y que había elegido Boyacá para empezar porque era relativamente seco y polvoriento, condiciones favorables a su naturaleza ardiente.

En este lugar vivía un hombre llamado Monetá, quien había sido iniciado por el héroe civilizador Bochica. En su cuello colgaba una esmeralda que le había entregado el mismo héroe para transferirle su condición de hombre sagrado. Monetá supo lo que el pueblo estaba sufriendo por la presencia de Busiraco. Decidió cambiar la situación y para ello realizó ayunos y reflexiones que le inspiraran la mejor manera de acabar con el monstruo y las sequías.

Tomó la decisión de convocar al pueblo para que se reuniera en torno al Templo del Sol. Mandó a llamar a Siramena, que era una sacerdotisa también seguidora de Bochica. Monetá le dijo a los presentes que el dios Chiminigagua le había comunicado que, para salvarlos del infortunio, tendrían que hacer una gran peregrinación en torno a los terrenos polvorientos y ahí efectuar un homenaje a la diosa del agua, Bachué, la de los ojos azules.

Así lo hicieron los muiscas y la sacerdotisa ejecutó una danza mientras sonaban los tambores y las flautas. Siramena llevaba los cabellos tan sueltos que parecían convertirse en la lluvia anhelada y alrededor de su cuello pendía un disco de oro.

Monetá pidió a todos que bajaran la cabeza y cerraran los ojos. En ese momento, Siramena levantó el disco de oro como ofrenda a Bachué y lo lanzó hacia la cueva de Busiraco. El disco golpeó a la bestia en la cabeza; se la partió en dos y lo mató. Entonces empezó a llover. La ofrenda había sido aceptada por Bachué y todos se pusieron felices.

Monetá se quitó la esmeralda que llevaba alrededor del cuello y se la ofreció al Sol, a Bochica y a Bachué. La lanzó en medio del árido terreno. En el sitio donde tocó el suelo, se creó un ojo de agua cuyo abundante fluido formó el lago de Tota, el más grande de Colombia.

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