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En lo profundo de la selva amazónica peruana se cuenta una historia que sucedió hace mucho tiempo. El relato fue guardado en la memoria de los ancianos del pueblo aguaruna y éstos se lo contaron a las nuevas generaciones. Así lo afirma Ciro Alegría cuando se refiere al caso mítico de una gran boa de agua; en esta región, estos animales son llamados panki.

Allá en la espesura de la selva se halla una laguna de aguas negras y se dice que antiguamente en ella vivía una enorme serpiente, la más descomunal que nunca se había visto y que tenía atemorizado al pueblo aguaruna. Era tan grande que casi llenaba la laguna, con medio cuerpo recostado en el fondo y el resto erguido, asomando la cabeza. Ésta era de color gris y los ojos le brillaban como dos piedras pulidas. Si su boca estaba cerrada, parecía la concha de una tortuga gigantesca y cuando la monstruosa serpiente resoplaba, el ruido se oía a gran distancia.

Los aguarunas sabían matar a las boas de agua comunes con lanzas, arpones, o dardos envenenados; pero nada de esto servía ante la gigantesca serpiente de la laguna sombría. Ni pensar en una lucha cuerpo a cuerpo. Esta panki era demasiado poderosa y engullía a los hombres tan fácilmente como a los animales, por esta razón, cuando se desplazaba por la selva todos se quedaban quietos, pues si los veía la serpiente, se los tragaba.

En cierta aldea aguaruna vivía un guerrero llamado Yacuma. Era fuerte, diestro en el manejo de todas las armas y muy valiente. Nadie lo había vencido. Un día, Yacuma resolvió ir al encuentro de la temida serpiente; para ello se preparó de cierta manera. Coció, con una arcilla especial, un recipiente en forma de olla, en la que metió la cabeza y parte del cuerpo. Además hizo dos cubos más pequeños en los que introdujo los brazos.

Yacuma tomó un cuchillo forrado de cuero y avanzó en el bosque hasta llegar a la orilla de la laguna. Muy resuelto entró al agua y la serpiente de inmediato se percató de su proximidad. Fue directo a su encuentro; cuando lo alcanzó, abrió las fauces y lo tragó con facilidad.

Gracias a la protección que llevaba, Yacuma no murió en las entrañas de la bestia sino que logró llegar al corazón de la serpiente. Se despojó de las ollas y con su cuchillo dio recios tajos al órgano citado. La panki se retorcía y daba tremendos coletazos. Cuando Yacuma sintió que el reptil había muerto, abrió un boquete entre las costillas, salió del cadáver y fue a la orilla de la laguna. A los pocos días murió porque los líquidos digestivos de la boa afectaron todo su cuerpo. Así fue como Yacuma venció a la serpiente a costa de su propia vida.

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