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Para la mayoría, el encierro ha dejado secuelas de insomnio, ansiedad o depresión. Evidentemente la incertidumbre, la suspensión de empleos, el cambio de vida, de golpe y sin previo aviso nos han cimbrado de muchas maneras. Sé de amigas maestras que incluso sienten que invierten más tiempo armando sus sesiones de clase en línea, de colegas artistas que estamos haciendo infinidad de colaboraciones gratuitas que sin duda alivian el encierro pero que no ayudan a la economía mermada por la pandemia. Quedarse en casa en Yucatán es también quedarnos en el sopor del encierro. No nos queda de otra, para algunos el encierro suma ya dos meses, para otros, poco más de un mes. De alguna manera hemos aprendido a vivir de esta forma.

Nos culpamos por abusar de la naturaleza y creemos que ella nos mandó a casa para limpiarse un poco. Nuestro humor yucateco nos ayuda con la viralidad humorística que se hace presente en todo momento. Dicen que hasta en las situaciones más difíciles uno encuentra aprendizaje o bondad. Yo he encontrado muchos momentos positivos en la cuarentena. El cierre de los teatros en la Ciudad de México me hizo regresar a casa y pasar el encierro aquí. Ha sido un mes maravilloso junto a mi madre, escuchando sus historias y comiendo sus deliciosos guisos. Estar en casa me permite cuidar mi salud, coleccionar recuerdos de infancia con mi madre, encontrar nuevas formas de comunicación, crear a distancia, colaborar con instituciones como Teatro UNAM, la Sedeculta y la Dirección de Cultura del H. Ayuntamiento.

He podido entrevistar a los nuestros, quiero decir, a nuestros artistas yucatecos. He aprendido a crear en casa, desde lo que no tengo, a crear desde la carencia y eso hace que la creatividad trabaje al mil. He podido sacar obras que estaban a medias y retomar su escritura, extrañar a los amigos y desear que estos tiempos nos sensibilicen y al regreso todas las lecciones nos permitan ser mejores personas, mejores ciudadanos y profesionales. Crear se ha vuelto un gran aliciente para mí, me ayuda a no dejarme vencer por el miedo y la incertidumbre. Hay días en que la concentración es imposible, pero no lucho con ello, acepto que, como siempre, hay días buenos y días malos, días en los que no hay ánimo para moverse de la hamaca y otros en los que puedo usar la hamaca como gimnasio o fuente de creación.

Agradezco tanto haber nacido en Yucatán, aquí hay otro ritmo en la vida, vivir bajo el cielo del Mayab es un privilegio. Agradezco que estos días de guardarse, de pensar, de vivir en la incertidumbre he podido vivirlos aquí. En la Ciudad de México el ambiente era tenso y el miedo empezaba a ganar la partida. Dicen que nadie extraña tanto su terruño como lo extraña un yucateco. Yo creo que sí, por eso para un yucateco regresar a casa, al calor, a la hamaca y a nuestra gastronomía es un privilegio que se disfruta con el alma. Falta poco para levantar el cerco, confío en que la experiencia nos transforme significativamente, y podamos salir a mirar el maravilloso cielo que cubre nuestro lindo Yucatán.

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