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La violencia contra las mujeres es tan real como lo es la resistencia del machismo a reconocer su papel en ella, la consuetudianaria violación de los derechos de la mujer en nuestra sociedad es una constante histórica arraigada a patrones culturales que la sostienen, la justificación recurrente que culpa a la víctima de la violencia ejercida sobre ella y niega el carácter estructural del machismo es la defensa que de sí mismo hace el sistema para continuar siendo machista, pero no es únicamente una respuesta automática, es, en realidad, una estrategia comprobada para mantener el statu quo; ello significa que la estructura sistémica está basada justamente en la opresión, en este caso, del hombre sobre la mujer, o incluso, por otras mujeres que han aceptado ser parte de la dominación.

Nótese la acostumbrada defensa del feminicida, sea cual sea su nombre, siempre se justifica diciendo que había consumido drogas o que pasaba por un mal momento, una crisis de celos y/o cualquier otra causa que oculta el contexto violento de acoso y maltrato que antecede al feminicidio; alegatos permitidos por el sistema, que no son otra cosa que la ejemplificación de que la violencia contra la mujer no únicamente es negada mientras se ejerce, pues todo el sistema está constituido para oprimir, por eso la justa crítica del feminismo al patriarcado, es decir, a la estructura sistémica. Claro, lo anterior no significa que hombres no opriman a otros hombres y no ejerzan violencia sobre ellos, pero sí refiere que, además de la violencia natural del sistema, la mujer es doblemente agredida por el hecho de ser mujer.

En este contexto adverso, todos y todas tenemos responsabilidad, el feminismo desde hace décadas ha tomado su responsabilidad activa generando una amalgama de caminos para transformar la realidad y otorgar a las mujeres su lugar, sus derechos y dignidad. Por el lado de los hombres no puede decirse que estamos en cero, poco a poco se diversifican y socializan grupos, ideas y acciones a favor de la generación de una nueva masculinidad, aunque, claro, la violencia reiterada en todas sus manifestaciones contra la mujer y de manera constante deja en claro que nos falta muchísimo.

Necesitamos la generación de conciencia para procurar el replanteamiento de la idea del hombre y la masculinidad, requerimos romper el eterno condicionamiento del ser masculino representado por el macho, una creencia sostenida que deber ser desnaturalizada, debemos poner fin a todas las formas opresivas ejercidas de manera consciente e inconsciente por el hombre sobre la mujer y también sobre otros hombres. Repensar la masculinidad para cambiar el mundo es tarea urgente, hacer de este siglo XXI el tiempo de la emancipación total, superando la dominación sistémica y, con ello, exterminar al machismo y la violencia contra la mujer.

Los hombres tenemos que reconocer nuestra responsabilidad en la reproducción del patriarcado y de la violencia sobre la mujer. Una nueva conciencia para otro mundo, la idea de humanidad necesita también una nueva interpretación. Unidos, mujeres y hombres, hemos de soñar una realidad más humana, en la que “quepan todos los mundos”.

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