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Miro su sonrisa llena de ilusiones, me hace experimentar el amor, emoción de un mañana apenas ideado sin importar las tormentas sociales y personales; esa sonrisa sacude mi ser, también conlleva temor, el miedo continuo ante el deseo de que nada ni nadie ejerza poder que la desdibuje, el camino venidero contiene elementos desconocidos que habremos de sortear cultivando la felicidad.

Hace ya diez años que nació Valeria, no pudimos festejarlo como quisiéramos, pero examino el camino de mil vueltas que significa ser padre, más ahora, pues el devenir social cuestiona lo que hemos entendido como paternidad, su idea y la forma en que la conocí como hijo, la cual de una u otra forma me fue enseñada mediante la educación tradicional. El reto es grande, siendo parte de las familias que desmembraron el núcleo para reproducirlo en una de las muchas otras formas de la diversidad, olvidando/ aprendiendo de las experiencias iniciales, el andar es la mayor enseñanza de nuestras vidas.

Las inseguridades puestas a prueba son un elemento desvalorado por considerarlo ajeno al bienestar, pero, en realidad, esas inseguridades nos alertan y manifiestan aquello que debemos cuestionar en nuestro quehacer como padres y como seres humanos. La sonrisa que deseamos siempre brillante no se construye únicamente de los instantes felices, se vuelve inalterable cuando se nutre de los retos, el dolor y conquista los miedos, algo que cuesta aceptar; a nadie le gusta el sufrimiento y mucho menos lo desea para los suyos; sin embargo, al conducir juntos por la carretera de la vida, siempre sorteamos instantes desafortunados que nos dan sabiduría, esto no significa evadir u ocultar la pobreza, la violencia, el machismo/patriarcado, la guerra, la deshumanización del ser y la banalidad mercantilista, y tantos otros males que rondan el mundo, todo ello está presente en los rincones por donde andamos, es requisito afrontarlo para poder mantener esa sonrisa inicial realmente incólume.

¿Qué mundo dejaremos a nuestros descendientes? En los tiempos dramáticos que vivimos por la pandemia, la respuesta depende de la conciencia que asumamos, la enseñanza está a la luz y frente a nosotros, evidentemente actos humanos nos condujeron al abismo, ¿saltar o reconstruir la vida humana en plenitud?, la mejor herencia será la conciencia de que podemos afrontar el reto y salir adelante.

Las circunstancias han cambiado, varias vicisitudes se marcharon junto a aquellas personas que las forjaban, queda lo que así debe ser, la sociedad ha avanzado, ahora me cuestiono muchas cosas. Sigo lejos de poder asegurar que comprendo a cabalidad el acontecer mundano, pero puedo afirmar que sigo amando esa sonrisa y que es la razón de andar bajo la tormenta continuamente aprendiendo, reaprendiendo y desechando mucho de lo que creímos era la paternidad y la masculinidad; poco a poco abrimos paso a las nuevas formas, no estamos ni estaremos exentos del error, pero la vuelta de hoja que marcan los tiempos nos indica que hoy, como hace diez años, el amor es la verdadera sonrisa de la humanidad.

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