Leonel Escalante Aguilar/SIPSE

Mérida, Yuc.- La villa de Valladolid, la fundada por D. Francisco de Montejo, sobrino del adelantado, en mayo de 1543, en aquel insalubre paraje de Chouac-há, muy cercano a las costas orientales y que fuera trasladada a la valerosa Zací de los Cupules diez meses después, está próxima a celebrar 194 años en que el Augusto Congreso Constitucional de Yucatán la elevara al rango de ciudad el 13 de diciembre de 1823 según el siguiente decreto:

“El Congreso Constituyente del Estado, en consideración a la antigua fundación de la Villa de Valladolid y del progreso de su agricultura, industria y numerosa población, decreta:

I. A la Villa de Valladolid se le concede el título de ciudad.

II. El gobierno expedirá el título y designará la divisa o escudo correspondiente.

Comuníquese al Poder Ejecutivo”.

Pero pocos saben que esta sería la segunda ocasión en que daban un nombramiento de este tipo a nuestra Ciudad Heroica, ya que, según establecen antiguos archivos, el 9 de marzo de 1814 se realizó la petición del ex diputado por la Provincia de Yucatán, D. Ángel Alonso Pantiga, quien con su representación expuso los méritos de la ciudad de Campeche, de la villa de Valladolid y del pueblo de Izamal, solicitando respectivamente, para la primera, el título de “Muy noble y muy leal”, para la segunda el título de “Ciudad” y para el tercero el título de “Villa”. Dichas solicitudes fueron avaladas favorablemente por el Fiscal de la secretaría del Perú, el 24 de octubre de 1814, y finalmente en Consejo de 22 de enero de 1815 se accedió a lo solicitado expidiéndose con fecha de 10 de marzo de 1815 una Real Cédula por el Rey Fernando VII dirigida al Gobernador de la Provincia de Yucatán y en la cual, entre otras cosas, se concedía a la Villa de Valladolid el título de Ciudad.

Sin duda los acontecimientos de la época –la abdicación de Fernando VII y su reinstalación al trono, la crisis de la Corona Española, la guerra de Independencia de México, el enfrentamiento de liberales y absolutistas en Yucatán, entre otras causas-, hicieron que este decreto jamás llegara a esta entidad y nunca fuera del conocimiento de los vallisoletanos.

El Pueblo Mágico se prepara entonces para, con manteles largos, festejar 194 años de haber dejado de ser villa y haberse convertido en la hermosa ciudad que ahora es.