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En el Proyecto de Presupuesto de Egresos de la Federación de 2020, el Tren Maya, con longitud de 1,525 kilómetros, recibió una asignación presupuestal de 2,500 millones de pesos, mientras el Tren Transístmico –con longitud de 304 kilómetros- y su corredor obtuvieron la propuesta de 3,195 millones de pesos; condición que genera comentarios y grillas entre los miembros de la clase política y porras entre sus animadores.

Así, la construcción del Tren Transístmico será cubierta completamente con fondos domésticos –por seguridad nacional-; la del Tren Maya estará bajo el esquema de la denominada inversión pública privada abierta.

El Tren Transístmico podría cumplir una función de seguridad interior de los Estados Unidos; simplemente con colocar vallas a los lados de las vías por donde vaya será suficiente para desmotivar el paso de migrantes centroamericanos, y de otras nacionalidades, que pretendan atravesar México y llegar a la vecina nación.

Todavía hace un año, en la primera gran marcha “invasora” de hondureños, el ex presidente Enrique Peña Nieto les ofrecía que se quedaran en Chiapas y Oaxaca y les entregaría visas humanitarias de trabajo, seguridad social y educación.

En este contexto, el tren le ahorraría al gobierno de la 4T la movilización de muchos de los 6,000 elementos de la Guardia Nacional que ha desplegado en la frontera sur, a raíz del acuerdo que se alcanzó en junio, para evitar la imposición tramposa de aranceles por parte de la administración de Trump.

La división del país, que ocasionaría esta cicatriz de infraestructura, es muy próxima a la que estableció, como frontera de dominio, la cultura maya.

Al sur de las vías de la infraestructura propuesta, durante la colonia existían las capitanías de Yucatán -cuya conformación está descrita en esta columna el día 18 septiembre de 2018- y de Guatemala (constituida por el estado de Chiapas, las actuales repúblicas de Guatemala, Honduras, El Salvador, Nicaragua y Costa Rica), establecidas por la corona española, en cuyos territorios se asentaba con anterioridad la antigua nación maya, manifestada en ciudades-estado.

Asimismo, ambas capitanías y sus dominios tienen otro común integrador: lograron su independencia de manera similar, aunque en procesos separados, el mismo día, 15 de septiembre de 1821.

La región que los intereses españoles y criollos separaron hace 450 años -por poner una fecha-, ahora los intereses de la nueva geopolítica estadounidense la están reuniendo.

Ahora, el otro tren –el maya- integrará la zona maya mexicana en una región con dinámica propia; en esta lógica se deberá establecer una capital regional para no perder el control y evitar que las lealtades se corran hacía otra geografía.

Reflexión: Mientras los políticos se preocupan por la asignación del presupuesto de egresos, en los trenes también existen ciudadanos que están observando la reconstrucción de la cultura maya a través del sincretismo resultante, en una nación mayahispana que está viva y le sonríe la historia.

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