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Discurso del papa Francisco ante empleados del Vaticano la mañana del viernes 21, en el salón Paulo VI:

Gracias por venir, muchos incluso con miembros de la familia. Me ha gustado saludar a las familias, pero el premio es para la bisabuela, de 93 años, con su hija, que es abuela, con sus padres y dos hijos.

¡Qué bonita es una familia así! La Navidad es una fiesta alegre por excelencia, pero a menudo nos damos cuenta de que la gente, y quizás nosotros mismos, estamos ocupados con tantas cosas y al final no hay alegría o, si la hay, es muy superficial. ¿Por qué?

Lo opuesto a la tristeza, es decir la alegría, está vinculada a ser santos. También la alegría de la Navidad. Ser buenos, al menos tener el deseo de ser buenos.

Miremos el belén ¿Quién es feliz, en el belén? La Virgen y San José están llenos de alegría: miran al Niño Jesús y son felices porque, después de mil preocupaciones, han aceptado este Regalo de Dios, con tanta fe y tanto amor. Están “rebosantes” de santidad y, por lo tanto, de alegría.

Y me diréis vosotros: ¡Anda, claro! ¡Son la Virgen y San José! Sí, pero no pensemos que haya sido fácil para ellos: los santos no nacen, se hacen, y esto vale también para ellos.

Luego, también están llenos de alegría los pastores. También los pastores son santos, seguro, porque respondieron al anuncio de los ángeles, corrieron enseguida a la gruta y reconocieron la señal del Niño en el pesebre.

Después, en algunos belenes, los más grandes, con tantos personajes, están los oficios: el zapatero, el aguador, el herrero, el panadero…, y tantos otros.

Y todos son felices. ¿Por qué? Porque están como “contagiados” por el gozo del evento en el que participan, es decir, el nacimiento de Jesús.

Y esto también nos hace pensar en nuestro trabajo. Por supuesto, trabajar siempre tiene una parte de cansancio, es normal. Pero si cada uno reflexiona sobre la santidad de Jesús, se necesita muy poco, un pequeño rayo -una sonrisa, una atención, una cortesía, una disculpa-, entonces todo el entorno laboral se vuelve más “respirable”. Se disipa ese clima pesado que a veces los hombres y las mujeres creamos con nuestras arrogancias, los cierres, los prejuicios y se trabaja todavía mejor, con más fruto.

Hay algo que nos pone tristes en el trabajo y enferma el entorno laboral: es el chisme. Por favor, no habléis mal de los demás. “Sí, pero aquél me cae antipático, y ese otro…”.

Mira, reza por él, pero no hables mal, por favor, porque destruye: destruye la amistad, la espontaneidad. Y criticar esto y aquello. Mira, es mejor guardar silencio. Si tienes algo contra él, ve y díselo directamente. Pero no hables mal. Pero hay una buena medicina para no hablar mal: morderse la lengua.

Cuando tengas ganas, muérdete la lengua y así no hablarás mal.
Mi deseo es este: sed santos, para ser felices. ¡Pero no santos de estampita!

No, no. Santos normales. Santos y santas de carne y hueso, con nuestro carácter, nuestras faltas, incluso nuestros pecados.

No tengamos miedo de la santidad. Os lo aseguro, es el camino de la alegría. ¡Feliz Navidad a todos! - Zenit, agencia de noticias.

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