Esta semana tuve la oportunidad de tomar un tiempo aparte con una extraordinaria mujer llamada Josefina Centeno, una fuente de sabiduría y a quien yo convencía de hacer un programa de radio o de internet para que las nuevas generaciones pudieran escuchar la enorme disposición que esta erudita tiene por la vida y su pasión por todo lo que hace.

Creo que es una adelantada a su época, que posee títulos de cuatro carreras diferentes, de la crianza de ocho hijos, de mantener un matrimonio por más de 50 años y fundar escuelas e instituciones no gubernamentales diversas de la hermosa Yucatán. Vaya tarea.

No son letras de alabanza. Son el resultado de observar cómo, sentadas en la terraza de un café, una diversidad de personas que pasaban por ahí se detenían -a pesar de su prisa- a saludar, abrazar o besar a Fefa, como cariñosamente le llaman.

Maestra de varias generaciones, seguro muchísimas, me encantó encontrar esas ganas de hacer más, de seguir dando capacitación a diferentes empresas, de escribir, de analizar, de hacer y conversar.

Creo que la conclusión de mi historia de hoy es aprender que en todos los tiempos hay mujeres extraordinarias, que viven su momento y hacen desde sus trincheras enormes cambios, que no sólo enriquecen las vidas de sus cercanos, sino de quienes tienen la oportunidad de cruzar los hilos de sus propias existencias.

Que debemos siempre aportar lo que podamos sin esperar nada a cambio, con la única meta de crecer en nuestro desarrollo humano y que nos permita entender la forma en la que tenemos que vivir. “Hay que perdonar”, escribe Josefina, “el ser humano necesita ejercer el perdón para continuar viviendo”.

Así que aprovecho que es lunes y que Josefina Centeno publica hoy en Milenio Novedades para recomendar que la lean, ya que siempre tiene algo que compartir, que a mí me llena el alma. ¡Que sea feliz!