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Genaro Estrada fue secretario de Relaciones Exteriores en tiempos del presidente Pascual Ortiz Rubio y además es el autor de la Doctrina Estrada, cuyos postulados se manifiestan en contra de que los países decidan si un gobierno extranjero es legítimo o ilegítimo, especialmente si provienen de movimientos revolucionarios. Lo anterior toma relevancia después de que el 4 de enero del presente año nuestro país fijó una postura con respecto a la situación de Venezuela en el Grupo de Lima.

En la reunión de dicho grupo el subsecretario de Relaciones Exteriores hizo alarde de un juego diplomático en el que los dichos y los matices revelan mucho más que el discurso aislado.

Por ejemplo: el Estado Mexicano, a través del subsecretario, estableció que “no se pronuncia” en torno a la situación de dicho país y aquí es donde vale la pena resaltar los matices en el discurso, ya que eso no significa –como los disidentes del gobierno de AMLO afirman- que esté avalando y/o legitimando al gobierno de Maduro, sino que simplemente se ha decidido a mantener una postura neutral.

Dicha postura abre un panorama nuevo para la política exterior de nuestro país, ya que le permite convertirse en un mediador entre los grupos fácticos que quieren ver caer a Maduro y los que avalan su régimen; en otras palabras, se abre un nuevo canal de negociación, aunque éste se vea poco factible por el momento.

Por otro lado, el discurso de la oposición demandaba al gobierno de México pronunciarse enérgicamente, lo cual fue un poco más tibio al mencionar el subsecretario: “México reitera su preocupación por la dinámica que ha alterado la tranquilidad y la paz del pueblo venezolano, así como lo relativo al respeto a los derechos humanos”, pero que a su vez se presenta, por primera vez, una declaración congruente con respecto a las realizadas por cancilleres anteriores, ya que no se puede tener declaraciones fuertes demandando el respeto irrestricto a los derechos humanos cuando en nuestro país falta muchísimo para lograrlo.

Estamos ante el primer discurso ante el mundo del nuevo gobierno, que al parecer tomará una posición diplomática prudente, algo poco visto con anterioridad y que, aunque es sensata al inicio, deberá ir madurando y estableciendo posiciones más claras y menos ambiguas, más ahora que el contrapeso de la ultraderecha que se tiene en Brasil y Colombia es tan evidente; por lo que México deberá ser cuidadoso para recuperar y conservar el papel de liderazgo latinoamericano que se ha ido perdiendo con el tiempo.

Por el momento, es necesario que nuestro país y AMLO se encarguen de resolver los problemas que aquejan a los mexicanos antes de involucrarse en conflictos internacionales y evitar ser lo que el gobierno de Peña fue durante todo su sexenio: farolito en la calle y oscuridad en su casa.

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