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El tiempo, además de ser efímero, es relativo; sin embargo, la edad no, esa es contundente, precisa y a veces desgarradora. Cuando hablo con adultos mayores los discursos suelen repetirse, recuerdan cómo han cambiado con el tiempo, hablan de que no son tan altos como antes; que sus voces, piel y cabello ahora se notan más bien diferentes.

A los ciudadanos mayores actuales les tocó vivir una época estrepitosamente cambiante, la posmodernidad les exigía adaptarse a un mundo con redes sociales digitales, uso excesivo de pantallas y relaciones más virtuales.

Tenemos a adultos mayores viviendo más, con más tiempo libre y con una jubilación mayor que el ingreso de muchos jóvenes, y que aun así les cuesta pasar de ser invisibles a visibles para el mundo; los ciudadanos mayores deben insertarse en las agendas pública y privada, pues, aunque presenten una serie de problemas sociales -salud frágil y distintas carencias-, también representan un mercado consumidor.

El inconveniente es que para la mayoría de las personas que aún no son ciudadanos mayores la idea de tener a un adulto mayor usando redes sociales es casi inimaginable, y eso se traduce en políticas públicas que buscan que los adultos mayores se refugien en actividades letárgicas y que cada vez menos buscan realizar.

Es decir, los programas existentes se limitan a clases de thai chi, bordado o tejido, lotería o actividades en las que se les mantenga postrados viendo un espectáculo; se asume por los pensadores de los programas que los adultos mayores solo deben “descansar” y que ante ello deben generar programas que busquen reducir la velocidad de su vida.

Ante un escenario en que las personas viven más años y se busca de manera constante que tengan una mejor calidad de vida, la existencia de adultos mayores activos es cada vez más grande y las políticas públicas tendrán que modificarse lo antes posible, deberemos trabajar mucho más en el diseño de actividades dirigidas a la consolidación y formación de un grupo de ciudadanos mayores, no “viejitos” o “ancianos”, sino ciudadanos que con su experiencia también pueden aportar a la construcción de una sociedad más equitativa y justa para todos y todas.

Es por ello que el Estado debe tomar un papel protagónico en el cambio de visión de las acciones para atender a una nueva generación posmoderna de ciudadanos mayores, de personas que ahora se enfrentan continuamente a la tecnología, que desde sus teléfonos consumen redes sociales, memes, videos y que comparten lo que sucede en el día a día.

El cambio de visión debe ser real y pronto, debemos entender que, aunque el envejecimiento es una realidad física, las limitaciones impuestas por cada persona y la sociedad no son más que una mera construcción social.

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